Espanto de los indios Emberá-Catía. Demonio de los ríos.
BACHUÉ
Bachué fue la progenitora de la humanidad. La leyenda cuenta la historia de una mujer llamada
Bachué que emergió de la laguna de Iguaque acompañada de un niño de 3 años. Con el pasar
del tiempo y una vez que el pequeño había crecido celebraron el matrimonio y poblaron
la tierra. Cuando el mundo estaba poblado, y ellos viejos, retornaron a la laguna y se
sumergieron en las aguas dejando muchas enseñanzas a los nativos. En su lugar salieron dos
grandes serpientes.
BACHICA
Bochica, el ser civilizador. Cuando la humanidad se hallaba sumida en el desorden, hizo su
aparición por el oriente de la Sabana de Bogotá, Páramo de Chingaza Bochica, un anciano venerable
de largas barbas y pelo blanco, vestido con una túnica y en su mano una varita de
oro. Bochica predicó y enseñó las buenas costumbres a los habitantes de la sabana, les dictó
algunos preceptos morales. El civilizador de los indígenas enseñó a sembrar, a fabricar
casas y a tejer en algodón y el fique, a cocer el barro y hacer ollas, la manera de calcular
el tiempo y determinar las fechas para la siembra y la recolección. En una época cuando
la Sabana de Bogotá estaba inundada por causa de chibchacún, dios de las aguas, Bochica invitó
a los grandes caciques para que lo acompañaran a la región del Tequendama. Una vez
allí subió sobre el arco iris y con su vara golpeó las rocas dando salida a las aguas. Así
se formó el Salto de Tequendama. En castigo, condenó a chibchacún a cargar la tierra sobre
sus hombros. Los indígenas creían que cuando este se cansaba y cambiaba de hombro la gran
piedra, se producían los temblores y terremotos.
CHENCHE
Espanto de los indios Emberá-Catía. Chenche es un animal de la altura de un perro y con patas
parecidas a las del cangrejo. Tiene además una chivera como de hierro, tan dura que no
le entra ni el machete, y habita en las ciénagas.
COSTÉ
Espanto de los indios Emberá-Catía. Costé era como un indio, pero muy grande. En los brazos
tenía unas especies de barberas enormes con las cuales cortaba todo lo que quería. Sus
dientes eran de oro puro. Costé cogía los indios que se perdían en el monte, cuando estaban
cazando y se los llevaba para su tambo. Los castraba y los engordaba dándoles carne gorda
de otros indios, pero como ellos no comían, les preguntaba qué era lo que querían. Si decían
que carne de cerdo o de res, Costé iba y se robaba un cerdo o una res. Como tenía mu-
cha fuerza los llevaba a cuestas. Cuando los indígenas estaban gordos, los ponía sobre una
batea grande de madera, para no perder nada, y con sus brazos los destrozaba y se los comía
y se tomaba la sangre. Muchos indios cuando iban a montear, se perdían. La mamá de Costé
era una vieja muy flaca porque Costé no le daba carne. La vieja vivía muy enojada con su
hijo porque no le daba sino huesos. Un día que Costé se fue a montear y a traer leña, la
vieja le explicó a un indio que, Costé lo estaba engordando para después comerselo y que
cómo podía hacer para escaparse. Tenía que subir a un filo y echarse a correr hacia abajo,
hasta que volviera a su casa. El indio dijo que él tan gordo como estaba no era capaz de
correr, pero la mamá de Costé lo alentó y le indicó que cuando llegara al alto se echara a
rodar. El indio gordo se escapó y logró llegar a su casa y contó la historia de lo que había
sucedido y describió a todos como era Costé y habló de sus barberas y sus dientes de
oro. A las doce de la noche, fueron más de cincuenta indios con escopetas y lo encontraron
dormido y lo mataron.
DOJUEBARÍ
Espanto de los indios Emberá-Catía. Monstruo que vive en el fondo del río.
DONIORRO
Espanto de los indios Emberá-Catía. Doniorro es, también, un animal de río parecido a un
hombre de color.
DOPACA
Espanto de los indios Emberá-Catía. Dopaca es un animal de los grandes ríos. Cuando un indígena
ve a Dopaca, muere el mismo día de fiebres y vómitos, pero si un buen jaibaná le
canta, puede quitarle el mal.
DOQUISIMA
Espanto de los indios Emberá-Catía. Doquisima es un indígena muy apuesto que vive en los
ríos. Con su belleza atrae a los indígenas que pasan cerca de él y se los lleva sin que se
vuelva a saber de ellos.
EL DUENDE
El duende se presenta como un sujeto bien vestido, con cara de niño regordete, traslúcido,
blanco de grandes ojos claros atractivo y conquistador. Además por hacerlo más gracioso
aumenta su desproporción el gigantesco sombrero que lleva Puesto; gusta de los girasoles
porque su fragancia le produce borracheras que lo transforman en maléfico. Se dice que es
capaz de remontar cumbres y lomas sin cansarse, vadear torrentes y luchar con las tempestades,
mover peñascos y resistir como las bestias. Al entrar en acción, crece de súbito como
los espinazos de los gatos. Acompañado de un bastón de oro que le sirve de apoyo en los
transes difíciles, de puente en las hondonadas y de escabel para volar en los momentos de
peligro, toma agua en una concha de nácar encontrada Dios sabe en qué parte. Para complementar
su indumentaria, agréguese el uso de un anillo de color indescifrable, hecho con
despojos de amores. En él brillan uñas y criznejas de mujeres, sudores y llantos de muchachas
frescas y lozanas. El anillo se da como prenda de compromiso a la hembra que se presta
a sus torpes requerimientos. Este personaje comienza por cantar muy lindo, tirar piedras,
esconder algunos objetos íntimos, hacerlos caer, echar mugre a la comida, y si son niños,
invitarlos al río o a la quebrada más cercana para dejarlos al otro lado; también los sube
a las peñas donde no los pueden rescatar con facilidad. En fin, hace toda clase de picardías
a las personas de su predilección, quienes lo ven pueden sufrir ataques histéricos,
convulsiones y hasta levitaciones en que escuchan voces y sonidos de ventrílocuo.
EL GRITÓN
Del Gritón se dice que era el alma en pena de un arriero que al filo de la media noche gritaba
con fuerza desde un monte alto y su llanto se sentía a varias leguas a la redonda.
Quienes lo han visto aseguran que usa un sombrero alón y fumaba un tabaco e iba en una mula
negra de orejas grandes. Si alguien le coreaba el grito, entonces el gritaba más duro para
dejar sorda a la persona que lo remedaba.
EL HOJARASQUÍN DEL MONTE
Posee un frondoso cuerpo de árbol, musgoso y entrelazado de bejucos y coronado de flores
silvestres. Se entretiene cambiando de lugar en el monte para desorientar y hacer perder a
los leñadores y cazadores que se internan en la espesura y que una vez perdidas en la maraña
vegetal deben invocar al Hojarasquín para dar con el camino; así se le atribuye también
el rescate de los perdidos por auxiliar a estas personas. El Hojarasquín tiene pezuñas como
corresponde a su condición de protector de todos los animales ungulados como: venado, danta
tatabro, etc. Por eso él mismo deja rastros o huellas de su pezuña pero los coloca en sentido
inverso para despistar a los cazadores y proteger así a los animales que él tutela.
EL HOMBRE CAIMÁN
Cuenta la historia que en El Plato, Magdalena vivió un hombre al que le gustaba espiar a
las mujeres cuando se bañaban desnudas. El deseo de tenerlas cerca sin que lo vieran lo
llevó a pedirle a un brujo que le preparara una pócima que lo convirtiera en caimán, para
poder navegar por el río sin ser visto. El brujo le hizo dos bebidas, una roja para volverse
caimán y otra para ser nuevamente hombre. Cuenta la leyenda que un amigo lo acompañó y
cuando lo vio convertido en caimán, dejó caer la botella que contenía la poción para volver
a ser hombre. Sin embargo, una gotas cayeron en su cabeza y por esa razón terminó siendo
mitad hombre mitad animal. Dicen los pescadores que aún se aparece en el río asustando a
las mujeres hermosas y a las lavanderas.
EL MOHÁN O MUÁN
Esta es una de las más tradicionales narraciones de nuestro país, siendo el mito más generalizado
en Colombia enraizado en costumbres indígenas y cuya ubicación no ha sido exactamente
establecida ya que para muchos pertenece a la tradición de los andes huilenses, para
otros al Departamento del Tolima y hasta de la región antioquena, razón por la que se le
conoce con diversos nombres, tales como: El Mohan de Yarumal, El muan, El Tigre Mono, El
Mohan del Tolima, entre otros. Se dice que era un hechicero que tuvo una visión anticipada
de la llegada de los españoles y de los terrores de la conquista, por lo cual se refugió en
el monte y se convirtió en el dios de los ríos. Su descripción es la de un indio viejo de
tamaño gigantesco y aspecto demoníaco, con un solo ojo, con el cuerpo peludo, la cabeza
greñuda, ojos y mirada brillante, boca muy grande y uñas muy largas, buen fumador de tabaco
y enreda las redes de los pescadores, llegando a veces a ahogarlos, sobre todo a orillas
del río Magdalena. Vive en el monte cerca a los playones de los ríos, que aprovecha para
calentarse al sol en la mañana. Ha sido visto fumando y tocando tiple. Dicen de él que es
juguetón, andariego, mujeriego, buscador de aventuras, maligno, enredador, libertino y que
persigue a las mujeres jóvenes y bellas. Es además antropófago, se roba los niños y después
de chuparles la sangre se los come asados. Como es un gran fumador, para calmarlo le dejan
tabaco en las rocas cerca a los ríos.
Hay una segunda descripción que dice lo siguiente: en Ambalema, por ejemplo, es un hombre
pequeño, musculoso, de pelo "candelo", barba hirsuta, también roja, ágil, vivaracho, y tan
sociable que muchas veces salía a mercar en compañía de los demás, ya que en esa forma se
daba cuenta de todo y podía actuar con más efectividad. Se le conocía porque en sus compras
nunca incluía la sal, artículo éste tan indispensable para el sostenimiento diario.
EL POIRA
Mito mayor. Conocido en el Gran Tolima y el Magdalena medio como un niño de piel de oro
travieso, alegre, juguetón y bromista que se aparece en los recodos de los caminos para subirse
al anca de las cabalgaduras y hacer encabritar las bestias. Otras veces se le ve como
un recién nacido llorando a la orilla del camino y cuando un caminante lo recoge y arrulla,
lo asusta con carcajadas y sus grandes dientes. Es más un duende gracioso que por lo demás
no hace ningún daño.
EL SILBADOR
Es una creencia y superstición exclusiva del sur del Tolima. El silbador es un espíritu maligno,
una aciaga predicción, una siniestra profecía representada en el fatídico cantar de
un pájaro de mal agüero invisible, siniestro y muy temido.
Es un ave del demonio y compañero de las brujas que sólo predice desgracias con su tétrico
silbido. Aseguran que en su forma es un pájaro corriente, de color gris terroso, muy semejante
al Tres pies, hasta en su canto: un silbido largo, lastimero y lúgubre, pero ninguno
de los que han escuchado su triste aviso lo ha podido ver, pues casi siempre su canto es
lejano, misterioso, se oye en la inmensidad del llano, de las montañas o de los ríos, entre
las lóbregas tinieblas de la noche o en la lejana bruma del espacio. Siempre oye su canto
aquella persona a quien le va a suceder o le ésta sucediendo en ese instante alguna terrible
desgracia y con preferencia la muerte de algún ser querido. El terrible aviso que da
son tres silbidos prolongados y tristes, con algún intervalo entre cada uno.
EL SOMBRERON
Es un mito folklóricos del Gran Tolima. Es la figura de un hombre altísimo, envuelto en una
ruana negra, apenas visible bajo las alas de un sombrero tan grande que casi le llega a los
pies ( de aqui el nombre). Borrachos, apostadores, buscapleitos, jóvenes que aprenden a fumar,
saldrán de vuelta a casa de un momento a otro y se convertirán en el blanco preferido
de un misterioso espanto del noroccidente de Colombia. Dicen que vientos helados anticipan
su presencia, y que en las noches sin luna es fácil confundirlo con las sombras de los árboles.
En especial bajo la influencia etílica. En Antioquia lo han visto como un jinete en
una noche negra con un gran sombrero y un capote de monte negro, lleva gruesas cadenas y
dos perros enormes.
EL TUNJO
Mito menor. Los tunjos son piezas antropomorfas, de orfebrería prehispanica. Se dice que se
presenta en la forma de un bebé inofensivo, llorando, a la vera del camino, en los grandes
caminos reales, en el cruce de un bosque o de una quebrada, en las inmediaciones de unas
ruinas o casas abandonadas, a la orilla de las cachaqueras o de los ríos de Tolima.
El Tunjo, después de todo, no hace más que asustar a las víctimas, al parecer inconscientemente,
pues según se entendía él sólo buscaba, como antes he dicho, a un protector que lo
cuidara y mantuviera, para él, a su vez, hacerlo rico. Naturalmente para que el escogido
tuviera derecho a esa oportunidad de enriquecerse tenía que soportar alguna prueba, y el
caso era que el niño se presentaba llorando desconsoladamente a la orilla del camino, tirado
en el suelo precisamente cerca de donde ha de pasar el solitario viajero a quien ha de
aparecérsele. Si la persona pasa de largo el niño lo alcanza y si va de a caballo se le
monta, dándole así el susto consiguiente y del cual no puede librarse sino corriendo desesperadamente
o rezando. Otros se bajan de la bestia, lo recogen con mucho cuidado, con el
consiguiente estupor de encontrar una criatura así abandonada y con lo cual el niño deja
inmediatamente de llorar y, en seguida, ante el asombro de su inmediato protector, le habla
muy claro, diciéndole:
-Papá, mire que ya tengo "ñentes".
Acto seguido abre la boca, por la que se escapa una gran llamarada. El hombre tira la
criatura y huye despavorido. Pero, en cambio, aquel que conoce ya el truco y ha estado precisamente
esperando una oportunidad como aquella para enriquecerse, y que mucho la ha buscado en los
lugares solitarios a deshoras de la noche y en noche de Viernes Santo, procede
inmediatamente a hacer lo siguiente: Rápidamente recoge la criatura y sin darle tiempo a
más se moja el pulgar con saliva y lo santigua diciendo solamente:
– Yo te bautizo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El niño queda inmediatamente
convertido en un precioso muñeco de oro. El que coge así un Tunjo se vuelve
inmediatamente rico de la noche a la mañana. El muñeco debe ser cuidadosamente guardado en
una caja entre rezos y conjuros especiales; la caja debe ser bastante segura y con un compartimento
suficiente para la alimentación de su ocupante. Porque el Tunjo come como un ser
viviente y defeca asimismo todos los días, pero valiosos trocitos de oro macizo, con el
cual se va haciendo inmensamente rico su dueño. Su alimentación consiste en cierto grano o
semilla muy semejante al comino, pero mas pequeña, que crece en las faldas de las cordilleras.
La alimentación no debe faltar, ni sus cuidados, ni sus ritos de posesión, porque si
no éste se embarca en medio de una tormenta infernal y torrencial lluvia, con la cual crecen
los ríos y quebradas saliéndose de sus causes hasta dar con el muñeco, el cual se embarca
en las embravecidas aguas, tocando tiple y cantando melodiosamente.
JEPÁ
Los indios Emberá-Catía cuentan que Jepá es una especie de boa que vive en los charcos y
que es capaz de atraer a sus víctimas desde dos leguas. El trueno arrastra a los indígenas
al charco para que las boas se los coman. Una especie de Jepá produce los remolinos, revolcándose
en los asientos de los ríos, para tragarse todo lo que cae en la turbulencia desde
los hombres hasta las canoas.
LA CABELLONA O MECHUDA
Es un mito de las montañas antioqueñas y santandereanas que aparece como una mujer de larga
cabellera, con vestido también largo y con particularidad de tener uñas muy largas.
La Cabellona dicen los hombres que tiene una bellisima cara, pero se oculta con la inmensa
cabellera que se cubre hasta los pies. Cuando la ven por las calles de los pueblos aparece
caminando muy rápido y a veces anda por el aire, aparece y desaparece. En la ciudad del Socorro
( Santander), este mito es conocido con el nombre de la Mechuda, que tiene la particularidad
de que solamente asusta a las mujeres.
LA CANDILEJA
El mito relata que era una anciana mujer que, por mandato divino, fue condenada a vagar por
los llanos, los montes solariegos, los anchos ríos, por las quebradas y por los caminos reales,
entre oscurito y claro, cuando amenaza llover y ya comienza a "tintinear" o en la
madrugada grande, cuando todo está en el silencio y el gallo no ha empezado a cantar, provista
de una llama o nachón encendido que ilumina su paso en medio de un infernal chisporroteo.
La leyenda relata que era aquella una señora demasiado indulgente con sus dos nietos, a
quienes perdonaba toda clase de travesuras sin hacerles la más mínima represión. Su alcahuetería
llegó a tal extremo que un día se les antojó ensillarla y montarla como si fuera
una bestia; y ella, como si tal, los dejó obrar y los muchachos la cabalgaron todo el tiempo
que quisieron sin recibir ninguna protesta por parte de la anciana. Muerta la señora,
fue llamada a rendir cuentas, y se le reprochó la falta de severidad para con sus nietos,
por lo cual no fue admitida en el reino del cielo mientras no purgara su pena, consistente
en la antes referida. De ahí que los campesinos la llaman vieja farolona, alcahueta, y así
por el estilo. A los viajeros de a caballo se les aparece en la orilla del camino, los sigue
y se les monta en la grupa para atormentarlos, arañarlos y privarlos del sentido. Persigue
a los borrachos, a los malos padres, a los enamorados banales, a los que andan en malos
pasos, a los que acostumbran viajar a altas horas de la noche, a los perjuros y a los
masones. Si se quiere atraer y conocer más acerca de la Candileja, se reza, más si se quiere
ahuyentarla hay que insultarla tratándola de vieja farolona, alcahueta, el demonio te ha
de tener en la "paila mocha", el "Mandingas" te ha de tener en los "profundos", y otras
tantas injurias, amenazas y maldiciones. Se manifiesta en forma de un chisporroteo de luces
rojizas y se ve que baja por la madre del río, en las grandes creciente, se le ve a lo lejos
sobre la cresta de los cerros elevados; se aparece a la luz de la Candileja en las casas
abandonadas o solitarias, en las ruinas; en los caminos reales, en los sitios en donde
se cree que haya tesoros enterrados, en los llanos y en las playas solitarias. A veces se
distinguen tres hachones: el de la anciana y los dos de sus nietos, y a la vislumbre se ven
los tres bultarajos que avanzan en fila. Algunos han confundido su lumbre con la llama de
alguna guaca, pero los grandes conocedores campesinos la distinguen inmediatamente, pues la
luz de una guaca que arde es blanca o azulita, según sea de oro o plata, y es mansa y de un
bello matiz; mientras que la de la Candileja es rojiza, que echa chispas como si fuera un
tizón azotado por la brisa; es, además, inquieta y se mueve como un fantasma, se aparece de
repente y desaparece en la misma forma.
LA LLORONA
Cuentan que la Llorona es el alma en pena de una mujer despojada de sus hijos, por eso su
llanto errabundo. En algunos relatos se le define como una madre soltera que decidió no tener
a su hijo y por eso aborta, acarreándole esto el castigo de escuchar permanentemente el
llanto de su niño. Este castigo la desesperó y la obligó a deambular por el mundo sin encontrar
sosiego, llorando, gimiendo e indagando por el paradero de su malogrado hijo.
La Llorona es pues, independientemente de las circunstancias y variantes que cada región le
de a su identidad, un mito genérico de los que personifican a un espíritu de una madre en
pena, simbolizando a la vez, el castigo al proceder de algunos padres que de forma irresponsable
y sin medir las consecuencias de sus actos, conciben los hijos para luego evadir
sus obligaciones, recurriendo al aborto, como si la criatura por venir fuese la culpable de
sus errores. Esta leyenda surgió para evitar la proliferación de los abortos provocados,
especialmente, en las madres solteras. Cabe resaltar que los pintores ante la dificultad
que conlleva representar en forma no grotesca un aborto, suelen hacer aparecer en sus obras
a la Llorona como una mujer embarazada con lágrimas sobre su rostro dolorido. Representación
que, sin embargo, no se adecua cabalmente al relato.
LA MADRE DE AGUA
Es una de las deidades acuáticas que tiene gran aceptación entre los ribereños de Tolima,
Antioquia, y el Magdalena Medio. Es la historia de una una ninfa de las aguas. Es una niña
muy hermosa de cabellos áureos y fulgurantes, casi blancos; sus ojos son azules, claros
como dos gotas de agua del más puro manantial e hipnotizadores y penetrantes, por lo que,
en el fuego de sus ojos hay una fuerza de atracción que es imposible resistir; el único
defecto en su angelical figura es que tiene la característica de tener los piecitos volteados
hacia atrás, por lo cual deja los rastros en dirección contraria a la que ella sigue.
Persigue únicamente a los niños, sobre los cuales ejerce una influencia perniciosa. Se puede
decir que hay niños que nacen con esa "lisión", predispuestos a la persecución de la Madre
de Agua, y desde bebes son atraídos y molestados por ella. El niño perseguido habla
siempre de una niña linda que lo llama, sueña con ella, se despierta asustado y vive predispuesto
siempre a ausentarse solo, atraído por algo extraño. Cuando lo llevan a la orilla de
las aguas se ve intranquilo, cree ver flores muy bellas flotando en la superficie;
se abalanza sobre lo que cree ver dentro del agua e insiste en que tiene que irse, pues una
niña lo llama con sus blancas manecitas; le da fiebre y diarrea y la conmoción lo enferma
perniciosamente, y muchas veces muere, fuera de otras, que por un ligero descuido se pierde
o se ahoga, raptado por la Madre de Agua. Para librar a un niño de esa fuerza maléfica
hay que rezarlo, llevárselo al cura para que lo bendiga, colgarle escapularios, medallas,
azabaches o abalorios indígenas del cuello; frotarlo con ajo o yerbas como la ruda y la
albahaca. Además es necesario ofrecerlo en presentación a las "ánimas benditas" y procurar
no llevarlo a la orilla de las aguas, por lo menos mientras crece y ya no es perseguido por
el espíritu maligno.
Los campesinos creen que la Madre de Agua surgió de una bella joven española que se enamoró
de un apuesto joven indígena, con quien tuvo un niño. Cuando el padre de la joven tuvo
conocimiento del amaño indígena-hispánico, hizo ahogar al niño frente a sus padres, y ante la
bella española, mató al amante indígena. La madre desesperada decidió tirarse al río,
convirtiéndose en una deidad del río, apasionada por los niños y en vengativa de la humanidad.
LA MADRE MONTE O LA MADRESELVA
Mito de origen indígena presente en casi todas las regiones de Colombia. La Madremonte es
la divinidad de los montes, de los montes del llano. Es una mujer alta, corpulenta, elegante,
robusta y de caminar ondulante, como si la meciera un suspiro de brisa. Sus cabellos de
helechos y lianas son protegidos por un sombrero vistoso adornado con plumas y flores. Su
piel está cubierta de suave musgo y de verdes hojas. Su larga melena que cubre su rostro,
deja ver solamente sus grandes colmillos y ojos brotados y encendidos. Tiene brazos de bejucos
y manos de tiernas ramas. Es la diosa guardiana de los montes, bosques espesos y
selvas. Cuando se tala un árbol su corazón sufre y de sus ojos brotan lágrimas de rocío y
es por esto que se enoja y se transforma persiguiendo a los cazadores, pescadores y aserradores
de los bosques. Sus iras y persecuciones son terribles. Produce tempestades, vientos
e inundaciones que destruyen las cosechas, ahuyentan los ganados, ahogan los terneros y
causan toda clase de calamidades, hace perder a los niños vagos y desobedientes y los esconde
debajo de las cascadas en las montañas. La Madre Monte persigue con saña a los que
son dados a discutir maliciosamente por linderos y que destruyen las alambradas de sus vecinos
y colindantes; es una asidua defensora de los limites correctos de las propiedades.
Castiga a los que roban, a los que osadamente invaden el corazón de sus enmarañadas arboledas.
También persigue a los hombres que andan en malos pasos haciéndolos perder en el monte
y los pone a caminar durante horas porque su influencia se manifiesta por una especie de
mareo o alucinación mediante la cual la víctima ve todos los lados del monte idénticos lo
que le hace dificil encontrar la salida. Cuando se baña en la parte alta de los ríos siembra
en ellos enfermedades y plagas. Para ahuyentarla, cuando se le encuentra de frente, hay
que insultarla, no mostrarle miedo y lanzarle latigazos. Tambien se cuenta que para liberarse
de las acometidas de la Madremonte es conveniente ir fumando un tabaco o con un bejuco de
adorote o carare amarrado a la cintura o llevar pepas de cavalonga en el bolsillo o
una varita recién cortada de cordoncillo, de chicalá o guayacán, a guisa de bordón; sirve
así mismo, para el caso portar escapularios y medallas benditas o ir rezando la oración a
San Isidro Labrador, abogado de los montes y de los aserríos. El mito es conocido en Brasil,
Argentina y Paraguay con nombres como: Madreselva, Fantasma del monte y Madre de los
cerros.
LA MANCARITA
Es un mito folklórico que se ha extendido en Santander Norte de Santander, Boyacá y a si
mismo en la República Dominicana. Los campesinos describen la Mancarita como una especie de
mujer salvaje, de cabellera larga y desgreñada, y de un solo seno en la mitad del pecho; de
cuerpo peludo como el de los animales selváticos y los pies vueltos hacia atrás. La Mancarita
habita en las regiones selváticas y boscosas de los Andes Orientales; le gusta acercarse a
las viviendas humanas. Por la noche se le oye gritar en tono lúgubre y prolongadamente.
Algunos afirman que es tímida y huye apenas percibe algún ruido de gente o de anima-
les; otros afirman que se roba a los niños y aún a los hombres. En Santander dicen que la
Mancarita es un salvaje que imita la voz del hombres, los gritos de la mujer y llanto de
los niños para engañar y atraer a la gente, y llevársela donde nadie puede saberlo, porque
regularmente anda de noche y en la espesura de los bosques.
Los Santandereanos creen que existió una Rita manca que distraía a las gentes inventando
cuentos, haciendo chismes y atizando discordias. Esta se dedicó a vagar los montes como un
salvaje, creciéndole los cabellos y las uñas de un modo extraordinario; comía raíces y frutas
silvestres y huía velozmente a la vista de la gente y perros. Tan solo de lejos se percibían
sus alaridos, que eran una extraña mezcla de llanto de mujer y aullidos de perro en
pena. Por la noche, cuando la oscuridad era intensa, la Mancarita se convertía en el terror
de los desolados caminos, con su horroroso grito que helaba la sangre de los viajeros.
La Mancarita según la creencia de muchas gentes, influye en los chismes de la gente, enredando
cuentos y haciendo profundizar las discordias. Es la deidad chismosa de nuestros campesinos.
Los campesinos boyacenses creen que la Mancarita se convirtió en espíritu maléfico
por sus brujerías.
LA MUELONA
Muy similar es ésta a la Patasola y con las mismas características. Solo que la Muelona se
presenta siempre como una mujer muy hermosa, aunque provista de una enorme dentadura. Se
dice que persigue a los hombres incautos, enamoradizos y a los enamorados, a los borrachos,
a los contrabandistas o a quienes andan en malos pasos, a los que acostumbran viajar solos
por los montes y caminos solitarios, mostrándose incitadora como una mujer normal y bonita.
De esta forma caen en sus redes y son arrastrados por ella, maliciosamente, hasta un lugar
más apartado donde los devora triturándolos con su fuerte dentadura. Con su dentadura tritura
todo lo que se le atraviese y su poder destructor es tremendo. Hay otra versión en la
que se dice que antes de convertirse en un monstruo fabuloso la Muelona fue una mujer esbelta
que animaba riñas y garitos. Sabía leer la suerte, gozaba con las peleas de los gallos y
sobre todo enloquecía a los hombres con su voz nocturna y la risa salvaje que alumbraba la noche.
LA PATASOLA
El ser más terrible, sanguinario y endemoniado que perturbó jamás las mentes campesinas
pues este personaje es casi considerado como una fiera o monstruo que tiene el poder de metamorfosearse
a su antojo. La Patasola tiene la figura de una mujer hermosísima, sensual,
codiciada por todos, de penetrante mirada y agresiva actitud, vive rodeada de culebras que
semejan bejucos, camuflada en lo más oscuro de la selva, atalayando a los hombres para embrujarlos
con su mirada, atraerlos hacia ella y satisfacer sus apetitos sexuales. Se cuenta
que vaga por entre el corazón de las montañas gritando lastimeramente en busca del consuelo
y engañando siempre con sus lamentos al que la escucha, quien cree, al oír la voces angustiosas,
que es una persona perdida en la espesura e ingenuamente contesta sus gritos, con
los cuales la atrae y ésta termina por devorarlo ferozmente. Dicen además, que era una mujer
infiel a su esposo, quien al encontrarla con otro hombre, le cortó a ella una pierna y
se la entregó a su amante, luego la tomó, la llevó al centro de la selva y allá la dejó
abandonada para que muriera lentamente y pagara por su infidelidad. Empero, el prodigio de
la selva no le permitió morir, su cuerpo sufrió varias mutaciones: perdió sus genitales, su
única pierna quedó convertida en las garras de un oso y sus manos se alargaron de una forma
grotesca. Como es de suponer, se dice que este personaje fue inventado por los hombres
celosos para asustar a sus esposas infieles, infundirles terror y, al mismo tiempo, reconocer
las bondades de la selva.
LA SIRENA DEL ARCO
Es un mito de las costas del Pacífico colombiano, que según las gentes del Tumaco, es la
reina del mar y le gusta salir por las noches de sus palacios marinos a recorrer las costas
y a mirar de cerca a los hombres. Los pescadores dicen haberla visto solitaria en la playa.
Este mito está bien relacionado con el mito griego de las sirenas, las hijas de Melpómente
y Aquelao, que personificaban los encantos y los peligros del mar. Los artistas personificaban
las sirenas como bellas mujeres con cuerpo y alas de pájaro, cabeza y senos de mujer
y tocando la lira o la flauta.
LA VIUDITA
Mito que se conoce en Nariño y en otros lugares del Occidente colombiano. Aparece generalmente
como una vieja sesentona, vestida de negro y con una mantilla verde, que camina con
paso menudo y rápido. Es un fantasma de sacristías, sótanos y callejuelas. La gente cree
que su visita es presagio de muerte; y cuando en una casa ven a la Viudita es señal de que
algo grave va a pasar. En Pasto, la Viuda tenía el papel de conducir a los borrachos que
encuentra en sus paseos nocturnos hasta el cementerio de la localidad y dejarlos allí muertos
de miedo; en otros casos se contenta con asustarlos. Era una mujer muy bien emperifollada,
que hacia mucho ruido con las enaguas. Cuando se ve de cerca a la Viudita, la cara
es una calavera que arroja fuego por las órbitas huecas y la boca desdentada. La Viudita
como María la larga es un mito pueblerino que tiene un anecdotario propio de acuerdo con
las regiones y las tradiciones de los pueblos.
LOS MENESES
Son chiquillos que en los caminos piden dulces o monedas. Si no les dan, hacen cosquillas y
más cosquillas, hasta que uno cae rendido de la risa.
LOS MOJANES
Los mojanes son unos hombres bajitos, y eso es gente lo mismo que nosotros, pero esa gente
vive dentro de la roca, mejor dicho, ellos tienen su casa como uno tiene su pieza aquí adentro,
pero viven dentro de una roca, pero eso es gente de lo mismo.
MARÍA LA LARGA
Es un mito que se conoce en Antioquia y el Viejo Caldas, generalmente en las zonas urbanas.
Se trata de una deidad femenina que se aparece en las horas de la madrugada, con pies muy
altos y brazos descomunales; con el andar en balanceo como el viento. María la larga atrae
a los nocheriegos con insinuaciones femeninas; la han visto de noche como una bellísima mujer
con miradas insinuantes y sensuales. Cuando la persiguen los hombres, María la larga
acelera su andar siguiendo con gran premura el camino hacia el cementerio del pueblo.
Cuando el galán se acerca mucho y está listo para abrazarla, María se alarga y se alarga
hasta el infinito, infundiendo asi gran espanto. El mito de María la larga es contado por
la gente de los pueblos, de acuerdo con sus lugares, calles, casas y ubicación del templo y
del cementerio; y en la misma forma, con el anecdotario propio de nuestros pueblos que hacen
de los mitos una tradición que se transmite de generación en generación.
NUNSÍ
Son especie de peces que viven en el fondo de los pozos de los grandes ríos. Salen de noche
y sus ojos resplandecen como fuego. Se comen el cuerpo y el alma de quien se baña en sus
pozos. Pueden ser los espíritus de los jaibanáes.
OATOMÍA
Oatomía es un animal del tamaño del oso hormiguero, que vive en los cerros, dentro de la
tierra. Desde sus cuevas chuza a la gente y le chupa la sangre como un tábano.
OSABARA
Espanto de los indios Emberá-Catía. Osabara es otra culebra. Se parece a Pipío, vive en las
ciénagas y chupa la sangre de sus víctimas.
PIPÍO
Pipío es una enorme culebra, de cabeza bestial, que vive en las cuevas próximas a los ríos
y devora a los hombres.
PISIBURA O SISBURA
Pisibura o Sisibura es un animal que cambia de forma. A veces se presenta en forma de ardilla,
otras en forma de cusumbo o de tatabra. Siempre anda en mandas y es capaz de oler al
hombre desde muy lejos, entonces lo persigue hasta alcanzarlo y no deja ni rastro de él. Apenas
divisa el humo de los tambos, chilla como el gulungo u oropéndola.
SURRANABE
Espanto de los indios Emberá-Catía. Era un gusano muy grande y muy bravo, que se comía a
los hombres y a los animales. Toda la gente le tenía miedo. Una vez se juntaron cuatro mellizos
y lo mataron con una lanza. En el punto donde lo mataron se formó una laguna y desde
entonces no se ha vuelto a ver gusanos grandes, pero allá sí hay de los pequeños.
TIUMÍA
Tiumía era un animal muy raro que vivía en Puerto de Oro, en Risaralda. Tenía una especie
de arpón que disparaba cuando algún indígena pasaba por el río. Si lograba atraparlo, se lo
comía. Nadie se atrevía a pasar por allí. Los indígenas resolvieron hacer un muñeco grande
de madera liviana de balsa, y lo echaron al río, contando con que al verlo Tiumía, trataría
de arponearlo pensando que era un hombre. Así sucedió, pero Tiumía no pudo desprenderlo del
arpón, ni mucho menos tragarlo. Atorado como estaba con el muñeco, los indígenas sorprendieron
a Tiumía y lo mataron.