La población paraguaya actual es el resultado de la mestización de dos tipos étnicos y culturales
diferentes: uno americano, otro europeo: guaraníes y españoles. Esta mestización
tiene características algo diferentes a la que se realizó en otras regiones americanas, en
algunas de las cuales ella no llegó a completarse y existen por un lado, grupos importantes
de descendientes de indígenas que conservan la mayoría de sus rasgos raciales y culturales
originarios y, por otro lado, una población que está compuesta por descendientes de españoles
u otros europeos con sus características étnicas y culturales propias.
En Paraguay, desde el comienzo de la conquista y colonización se produjo -principalmente a
causa del aislamiento geográfico y la ausencia de metales preciosos- una intensa mestización
por el muy reducido número de hombres españoles en medio de una gran población indígena.
Esto último los indujo a tomar como esposas o concubinas a las indias guaraníes y a
practicar la poligamia. Hoy en día la población paraguaya es mestiza prácticamente en su
totalidad.
Se conoce poco y hay muchas opiniones sobre la proporción de "sangre" indígena y española
que entra en la composición biológica de la población paraguaya. En las áreas rurales parece
prevalecer el elemento indígena y en las urbanas el español, aunque eso no sea muy
determinante y se pueda encontrar tanto entre los ciudadanos como entre los campesinos
tipos raciales que se asemejan a representantes de cualquiera de sus dos ascendencias, así
como tipos mixtos o mestizados en la mayoría de los casos.
Como consecuencia de la mezcla de los dos tipos étnicos, cada uno poseyendo su propia
cultura -una, neolítica con conocimiento de la agricultura y otra, europea del siglo XV
estancada por el prolongado aislamiento en que estuvo primero la provincia y luego el país
independiente- se produjo una mezcla que dio por resultado la actual cultura paraguaya.
Todavía no se ha llegado a estudiar suficientemente qué proporción de cada cultura originaria
entró en la mezcla resultante y hay quienes discuten sobre si hay una o dos culturas
paraguayas.
Aparentemente prevaleció la cultura del dominador: la organización política, social y económica;
la religión; la vestimenta y la vivienda; los instrumentos de metal y las técnicas
de producción; el arado y la carreta. De la cultura indígena se conservan algunas costumbres
y utensilios: el uso de la yerba mate y otros productos agrícolas; valores como la
solidaridad y la cooperación; y -lo más sorprendente- la lengua guaraní hablada por casi
toda la población.
Es evidente la existencia de una cultura propiamente paraguaya que es muy homogénea y compartida
por toda la nación. Paraguay es, culturalmente original y diferente en muchos
aspectos respecto a sus vecinos argentinos, uruguayos, chilenos, bolivianos y brasileños.
Tiene ricas tradiciones que son propias de este país: música, folclore, comidas típicas,
costumbres y valores; de los que participamos todos.
Con respecto al uso mayoritario del guaraní en toda la extensión del país, una lengua aborigen
americana, se puede decir que el Paraguay es el único caso de este tipo en América.
La lengua española, lengua del dominador usada en casi todo el continente, se usó también
en el país desde su origen pero cuenta con menor número de hablantes, calculado en poco más
de la mitad de la población.
Como la lengua guaraní se usa más en el campo, donde reside la mayoría de la población, y
el castellano se usa más en las áreas urbanas, se podría decir que hay una cultura rural y
otra urbana; pero -por la gran movilidad social entre campo y ciudad- en las ciudades nadie
es ajeno a las costumbres y usos campesinos. También hay pocas cosas de la cultura ciudadana
que el campesino no conoce porque ambas culturas han estado en contacto por mucho tiempo,
solamente que el campesino no puede participar de esta cultura, está forzado a vivir en
las costumbres que funcionan para él bajo circunstancias económicas particulares y que es
incapaz de cambiar.
Cada cultura debe corresponder a una lengua y cada lengua a una cultura. Como en Paraguay
el 90% de la población habla en guaraní y el 55% en castellano, según el censo de 1982,
se tendría que deducir que hay dos culturas nacionales: prácticamente todos los paraguayos
pertenecerían a la cultura paraguaya que se expresa en guaraní y más de la mitad serían
biculturales poseyendo dos culturas nacionales. Sin embargo, se puede afirmar que la única
cultura verdaderamente nacional y paraguaya es la que se expresa en guaraní. Los que también
hablamos en castellano, participamos de la cultura hispana, muy semejante a la de los
demás países de América Latina y que es próxima a otras culturas europeas. Pero esa cultura
no es una cultura verdaderamente paraguaya, es cultura europea y universal. La nación está
atrasada desde el punto de vista del desarrollo del comercio y la industria internacional,
es esencialmente una sociedad campesina, pero desde el punto de vista de la unidad cultural
es muy avanzada. Felizmente, el pueblo paraguayo no está del todo "civilizado" ni del todo
"desarrollado" y por lo tanto puede todavía ser paraguayo. Hay en él recursos del pasado
que son energía para el futuro. La cultura que comprenda ese proceso y lo potencie en el
pueblo, será cultura nacional.
La cultura paraguaya entonces, a pesar de tener aparentemente más elementos de procedencia
española que de la aborigen, es la que principalmente se expresa en guaraní y los paraguayos
que aprenden el castellano lo hacen como quien aprende por necesidad una lengua extranjera.
Esto se refleja en la escasez de literatura paraguaya en castellano -el escritor se encuentra
con la dificultad de expresar en español una realidad pensada en guaraní-, y también en
que usamos muy pocos dichos y proverbios en español. En cambio tenemos muchísimos ñe'enga,
que se dicen en guaraní o jopara (mezcla de guaraní y castellano). La literatura en guaraní
también es escasa y eso se debe a que no se nos enseñó a leer y escribir en guaraní. Somos
analfabetos en la lengua que casi todos hablamos, pero se tiene una riquísima "literatura"
oral: adivinanzas, proverbios, relaciones, relatos, fábulas, mitos y leyendas que se cuentan
en guaraní y corren de boca en boca entre la gente campesina.
La Teogonía Guaraní comienza personificando el Poder ordenador infinito, universal y eterno
en TUPÁ. Es decir, que es él mismo, la totalidad pródiga de los bienes necesarios para subsistir.
Habita en los dominios de CUARAJHI, el Sol, origen de la luz, morada de la madre de
la luz. A su vez este genera una personificación ya canalizada en el sentido de ámbito
universal: ARA, que significa día, espacio de cielo, tiempo, y por consiguiente, luz. Sigue
YACY, la luna, a la que se considera madre de la raza, y que por ello conserva un sentido
sexual perfectamente determinado (mujer, hembra, fuente fecunda, etc.).
A YACY, siguiendo ese concepto, se la considera "madre de las plantas", de los frutos que
germinan y las flores de todo orden. Por consiguiente, el sentido vital de su influencia se
hace sentir en el curso de las aguas y mantiene su gravitación sobre las estaciones y sobre
la estabilidad productora del suelo.
De allí que en el ejercicio de los antiguos ritos, el guaraní daba un sentido oculto al que
se destinaba a honrar a YACY, y tenía caracter marcadamente orgiástico en medio de la espesura
de la selva.
YACY al mismo tiempo da origen a las estrellas, a las YACY TATA (fuego de la luna), y que
por consiguiente, son desprendimientos de la pálida hoguera lunar. Distinguen no obstante,
a la radiante Venus, de tanto fulgor, designándola YASY TATÁ GUAZÚ, o sea "fuego grande de
la luna".
Como el guaraní consideraba que sus antepasados habían residido alguna vez en las alturas
celestes, la Vía Láctea era en todo caso un camino que fue transitado (TAPÉ CUÉ) por un tapir
gigante (MBOREVÍ RAPÉ). La Cruz del Sur indicaba a su vez el recorrido de un animal
sugestivo, el Avestrúz, desde las alturas a la Tierra, y lo denominaban ÑANDUÍ-PO.
Como siempre, los animales participan naturalmente de la cosmogonía tan particular y la tan
particular teogonía eminentemente panteista.
Creyendo el Guaraní en la inmortalidad del alma, ésta se desprendía del cuerpo del hombre
al morir, y adquiría un caracter especial, yendo a refugiarse en una región denominada
AÑARETÁ (morada del demonio del AÑA) y que es una especie de Campos Eliseos lleno de silencios.
Curiosa es también la interpretación del "andros" lugar o del "avá" racial, que tiene una
extraña coincidencia con el génesis bíblico guaraní, segun su tradición es producto del
fugáz connubio de un hijo de la tierra con YACY, la luna.
Los fenómenos atmosféricos son explicados y denominados con el dulce idioma de clara onomatopeya.
El cielo, como anota Natalicio Gonzalez, está constituído por una "materia quebradiza" que se
raja en las tormentas y produce el rayo (ARA-TIRI) despidiendo la gran luminosidad del relámpago
(ARA VERÁ).
El viento (IBYTU), es el aliento, la "respiración" de la tierra. ¿Puede concebirse una imágen
más poética?
El vasto solar guaranítico, que va desde las extendidas campiñas, serranías airosas, arroyuelos,
grandes ríos, y sobre todo, selva inmensa, es escenario propicio para una rica
mitología.
Las creencias se hacen carne. El "ava", el indio, es un ente que vibra con el medio y responde
instintivamente a sus sugestiones.
Si dijimos que antes existía un extraño parentesco con los orígenes bíblicos, ya que el
guaraní sostiene la existencia de un Diluvio con destrucción de comunidades, es evidente
que el "hábitat" y las peculiaridades idiomáticas del "Ava-fiee", del idioma autóctono, son
generadores directos.
PORÁ, ya de por sí, significa "fantasma", alma en pena que anda por las picadas, los escondrijos
montuosos, los caminos...
Y ya encontramos el invisible YACY-YATERÉ, el rubio enano, el duende típico acechando en
las siestas; la CAÁ-PORÁ, extraño y proteoforme fantasma femenino de las selvas; el POMBERO
el extraño también, sigiloso y velludo personaje, que desde situaciones estratégicas acecha
la vida silvestre; el I-YARA, dueño de las aguas; el CUARAJHI-YARA, dueño del Sol,
dispensador genitivo de las sementeras, dios fecundante, patrón del "avati", (maíz).
Luego, el CURUPÍ, el sátiro racial, enano y deforme, de sensualidad permanente, emblema de
la poderosa fecundación natural de los desbordes dionisíacos, ladrón de pequeñuelos y raptor
de doncellas. La CAÁ-YARI, dueña o abuela de la Yerba Mate, espléndida diosa rubia, a
la que entregan su alma los hombres del yerbal para obtener sus favores y el rendimiento de
su trabajo.
El guaraní otorga a sus entidades míticas la condición de "dueñas o protectoras" de tal o
cual elemento animal o vegetal. Es como haber hallado un modo consciente de evitar la depredación
y los despojos arbitrarios e innecesarios del "hábitat" que es tablado de su existencia.
Árboles, plantas, sementeras, ríos, manantiales, todo tiene su duende familiar. Todo está
sujeto a las ocultas leyes del mito, y que el indio respeta más que a su propia vida.
Siguen después los mitos antropomorfos, las extrañas coincidencias con otros de tipo universal,
como el LOBIZÓN, el hombre que se convierte en perro-lobo, el YAGUARETÉ-ABA, transformación
del hombre en tigre, todo ello después de rituales mágicos de relieve diabólico.
El "Ava-ñee", el dulce idioma, sigue tejiendo incansablenlente sobre la sensibilidad del
indígena, las sugestiones de su onomatopeya. Quizás el idioma, por su grafismo casi pictórico-musical,
contribuya en gran parte a la sugestión de los mitos.
Ha dicho Max Muller: "Se ha demostrado cumplidamente que la mitología es solo una fase, y
una fase inevitable en el desarrollo del lenguaje, tomado el lenguaje en su verdadero sentido,
no solo como símbolo exterior del pensamiento, sino como el unico medio posible de
darle cuerpo. Mientras el lenguaje atraviesa esa fase particular, todo puede trocarse en
mitología".
Conforme nos relata Chase Sardi, Ñanderuvusu, Nuestro Padre Grande, es el dios supremo que
se crea a sí mismo, y crea todas las cosas a partir de una neblina vital, primigenia, llamada
tatachina.
Este Padre Grande tiene otro compañero, Ñanderu Mba'ekuaa, Nuestro Padre Sabio, que aparece
al comienzo del principal ciclo mítico (Ciclo de los Gemelos). Ñanderuvusu creó a Tupä como
dios de las nubes, de las lluvias, del granizo, de los arroyos, de los ríos, de los mares,
de las tormentas y de los vientos.
Aparece también Ñandesy, Nuestra Madre, la Gran Tronadora (Hyapuguasuva) la que produce el
trueno grande, trueno que se escucha hacia el oriente y que es el retumbar de los golpes de
su takua, el bastón del ritmo durante la danza.
Ñandesy fue originada por Ñanderuvusu a partir de una olla de barro grande. Ella traicionó
a Ñanderuvusu con Ñanderu Mba'ekuaa y debido a que se unió con dos personas diferentes, se
concibieron dos gemelos; sin embargo nació uno solo que es Kuarahy y el segundo, Jasy (su
hermano menor) fue constituido por los huesos de su madre muerta.
A continuación reproducimos parte de su mitología, recopilada por Miguel A. Bartolomé, en
el llamado "Ciclo de los gemelos":
Ã: estar erguido.
A'ê: acudir en plural.
A'é: amar, empleado tanto en la forma negativa como la afirmativa. Ija'éma Añáy guembirekó
rã re, ojapí japi avati ra'ÿme: ya amaba Añá a su prometida, le tiró repetidamente con granos
de maíz.
'Ai: arco y flechas. Che 'ái rã aipotá, charyi: quiero para mi arco y flechas, abuela.
Ajeápy: cierto, efectivamente.
Ajó: canasta, sinón.: yruagué. Muchos afirman que ajó es guaraní paraguayo.
Akanguaá: gorro ritual del hombre, con adorno de plumas, llamada jeguaká en pãi y Mbya.
Akóí: lugar, paraje al que ya se ha hecho referencia.
Aó-aó: mamífero carnívoro del tamaño de un perro grande.
Apirõ: Llorar.
Apyká: sepultura. General Lorenzo ijapyká Yvy Kaigué py: el General Lorenzo está enterrado
en Yvy Kaigué.
Apyká vevé: recipiente de cedro utilizado en el culto.
ApyraÁ: saltar por encima.
Avaeté: feroz.
Ayvú: hablar, alma. Ijayvú apirai: habla con gracia, cuenta chistes. Yapú Guasú va'é omondé
ñande reé ayvú marangatú: Dios nos viste (enfunda) una palabra, alma divina bienaventurada.
Êgãi (e alargada): añoranza, Ñande Ru Eté mamorangua, ñande rovái re yapu guasú va'é, êgai
eté: a nuestro verdadero Padre del Más Allá, el que lanza truenos ruidosos en Oriente (el
paraíso) ¡cómo lo añoro!
Guaú: fiesta, canto, endecha.
Guã?: luciérnaga.
Guirõ: víbora que vive en bandadas, según un informante, según otro, la víbora llamada jarará
estero en Guaraní paraguayo. En pãi, se aplica este nombre a la "madre" o "abuela" de
los jarará.
Hy'avá (ijy'avá): recipiente para recoger larvas comestibles, etc., consistente en una calabaza
partida.
Iñemói: adulterio, estando la mujer embarazada.
Iporiveté: secundario, sin importancia. Iporiveté, ojeroky reí, mba'evé ndoikuaái: desempeña
un papel secundario, danza, pero no sabe nada (no entona endechas ni maneja el mbaraká).
Jaguá: feroz, monstruo (también: perro, como en guaraní paraguayo actual). De toda especie
animal hay como en la mitología Mbya y Paî, un ejemplar monstruoso que lleva el sobrenombre
jaguá y Eirá Jaguá, en capítulo Gobierno. Reminiscencias de esta creencia se conservan en
la vernácula en mbói jaguá, tejú jaguá (víbora monstruosa, lagarto monstruoso).