Los romanos denominaron germanos a todos los pueblos que habitaban más allá del límite noreste
de su imperio; es decir, a los antepasados de los habitantes de Islandia, Escandinavia
(Dinamarca, Suecia y Noruega): y Alemania. La mitología germánica, también conocida como escandinava
y nórdica, reúne las concepciones mitológicas y religiosas comunes de los pueblos
germánicos, que durante los primeros siglos de la Edad Media se expandieron especialmente
por el noreste de Europa. Aunque el desarrollo de estos pueblos era claramente muy inferior
al de las grandes civilizaciones occidentales de la Antigüedad, poseían una compleja explicación
de la creación del Universo.
Para los primitivos germanos, la creación se produjo en el llamado Vacío Mágico (Ginnunga),
equivalente al Caos original de los griegos (caos no significa propiamente desorden en su
sentido original, sino más bien ámbito en que suceden cosas). De aquel vacío surgió el Creador
que para los germanos era, según una de sus versiones, el dios Twisto, (el Doble), que
era una divinidad andrógina, a la vez hombre y mujer, quien dio a luz a Mannus, el fundador
de la raza humana (Mann = humano). De acuerdo a la versión del romano Tácitus, los germanos
ponían a la cabeza de la creación al gigante Ymir, cuyo nombre se relaciona con el sánscrito
Yama (el doble, el gemelo), el primer creado, y con el latín Ianus, el Géminis, y con el
antiguo dios Jano, al que se representaba con dos caras, mostrando su carácter doble. Como
Twisto, Ymir era andrógino, hombre y mujer, y así engendró a Odín (Wotán) y a sus dos hermanos.
Del cuerpo de Ymir o Twisto se construyó el mundo, que gira incansablemente mientras
va girando la rueca donde se hila el destino. Al igual que los grecolatinos, egipcios y
mesopotámicos, adoraban a un gran número de dioses, a los que atribuían habilidades y
cualidades extraordinarias. Las creencias fueron heredadas en especial de los vikingos que era
un pueblo de navegantes de origen escandinavo que se expandió por Europa entre los siglos
VIII y XI que preservaron y enriquecieron los mitos germánicos. Los textos más antiguos que
hacen referencia a estas creencias son las obras de los historiadores latinos Tito Livio y
Tácitus. Ambos escribieron en el siglo I d.C., cuando las tribus germánicas ya se habían
establecido en la frontera del río Rhin. Posteriormente, diferentes historiadores escribieron
en lengua latina sobre estos pueblos, como el sajón Beda en el siglo VIII y el danés
Saxo Grammaticus en el siglo XII, entre otros, que recogieron algunos datos sobre sus creencias,
mitos y leyendas. Pero de todas las fuentes, las más completas y populares son dos
colecciones que recogen la vieja literatura escandinava: las Eddas, divididas según su contenido
en la Edda Mayor, poética o antigua y la Edda Menor, en prosa o nueva. La Edda Mayor
es una recopilación de poemas anónimos escritos en islandés alrededor del año mil. Estos
poemas se pueden dividir en dos grupos: los míticos, que hablan de la creación y el fin del
mundo; y los heroicos, que hablan principalmente de los dioses Odín y Thor. La Edda Menor
fue escrita por Snorre Sturluson (1179-1241) alrededor del año 1220. Es un manual de poesía
para los escaldos (nombre que se les daba a los antiguos poetas escandinavos) en tres partes.
La primera, el Gylfaginning, es una descripción de la mitología, la creación del mundo, los
dioses y sus vidas. Otras fuentes son las historias de santos populares, que en
muchos casos sustituyeron a las antiguas divinidades tras la adopción del cristianismo. Por
último, hay que mencionar los poemas medievales europeos, como el Beowulf, el Cantar de los
Nibelungos o el Gudrun, obras cristianas inspiradas en temas paganos relacionados con las
leyendas contadas por la mitología germánica.