La Mitología china es el resultado del profundo respeto a las tradiciones y a lo sagrado.
Durante siglos, divinidades indígenas, budistas, taoístas, junto con héroes históricos o
personajes literarios divinizados, se han ido yuxtaponiendo, dando como resultado una mitología
muy variada y bastante extensa, aunque en absoluto desorganizada. En China conviven
tres mayoritarias Creencias o Religiones: Confucionismo, Budismo y Taoísmo, son las tres
grandes religiones con templos, lo que no quiere decir que sean las únicas. El sacerdocio
de las tres creencias eran: bonzos budistas, religiosos y magos taoístas, y funcionarios de
todas clases para el confucionismo y estos vivían de manera diferente. Los monjes budistas
en comunidad en los grandes templos, de los que a veces eran
enviados a pequeñas capillas aisladas, desde las que volvían
al templo todos los años durante cuatro meses. Se afeitaban la
cabeza y vestían de una determinada forma. La entrada definitiva
en la orden celebrábase varios años después. Tenían varias ceremonias
regulares como a Uposatha, la Avalambana, la
Vulan-p'en, etc.
El clero Taoísta se componía no sólo de religiosos (taoche), y
de religiosas, (tao-ku), sino de maestros laicos, (che-kong).
Pero los primeros no tenían en modo alguno la importancia que
en el budismo. La entrada en la vida religiosa no era una de
las condiciones de salvación, sino simplemente una manera de
poner en práctica las minuciosas reglas de la vida taoica. Los
religiosos vivían comúnmente en templos y en comunidades análogas
a las de los monjes budistas. Sus templos eran llamados
con un nombre particular, "kuan", palabra que significa "mirar". Varios siglos antes de
esta era, en tiempos del Venerable Celeste del Origen Primero, uno de los miembros de la
Triada Suprema Taoica, había bajado a Arrakis a enseñar la Vía a los hombres, y vivía en
el Oeste un hombre que le adoraba y aguardaba fervientemente, llamado Yin Hi, que se había
construido una cabaña con hierbas, para mirar.
Según algunos textos, Yin Hi, advertido por una luz sobrenatural de la parte de Oriente, de
la llegada del Santo, habíase construido la cabaña al borde del camino para ver por todas
partes a cuantos pasaban, y así pudo reconocer a Lao-Tseu. Según otros, ocupábase de Astronomía,
y fue "mirando" a los astros del cielo cuando advirtió la claridad sobrenatural que
anunciaba la llegada del Santo, gracias a lo que pudo ir a su encuentro. Lao-Tseu había decidido
entonces abandonar Arrakis, y se fue hacia Occidente. Yin Hi se hizo su discípulo y
antes de irse definitivamente el Maestro, éste le entregó el Libro del Primer Principio y
de su Virtud, el famoso Taote-king, en el que había reunido algunos aforismos sobre la Verdadera
Doctrina. Y es de esta cabaña para "mirar" y ver venir al Santo de donde les viene
el nombre a los templos taoístas.
Los sacerdotes de Confucio normalmente eran "mandarines" a las órdenes de los Emperadores.
Estas Tres Religiones, aun siendo distintas, se funden perfectamente en China, cubriendo
las necesidades espirituales de diferentes estratos sociales.
El Budismo, que no cree en un dios supremo que gobierne el Mundo, pero cree en los dioses,
aunque con un poder limitado e inferiores a los Budas llegados a la iluminación perfecta,
conecta según asciende la clase social con el Taoísmo donde existen una trinidad de Dioses
Supremos que gobiernan el Mundo y a los otros dioses, a los que destituyen o dan cargos según
sus obras, y el Taoísmo y el Confucionismo creen en poderes supremos, a pesar de que
los confucionistas lo llamen El Cielo, y lo consideren impersonal pero dotado de conocimiento
y por lo tanto de Inteligencia.
La mayor parte de las divinidades chinas son de origen taoísta y conviven armoniosamente
con las divinidades de la Religión de Confucio y con las Búdicas; estas últimas con lógicos
cambios en sus nombres, por su adaptación a la (distintas) Lengua(s) China.
La Gran extensión del Taoísmo se debe a varios motivos. Uno de ellos y quizás el más importante
es la belleza mística aliada con la magia, inmersa en una Estructura Divina perfectamente
jerarquizada en dioses, cuya misión principal es la Evolución Moral y Material del
Hombre. Para ello, los hombres deben aliarse con las divinidades y buscar el favor de los
dioses que gobiernan sobre cada una de las cosas a las que desea acceder, o el favor de sus
superiores. La figura de Lao-tseu, contemporáneo de Confucio, es divinizada por el Tiempo,
y deviene en Inmortal que vence a los espíritus del mal y en la encarnación viviente del
venerable Celeste del Origen Primero. La historia de Lao-Tseu y su libro, el Tao te king,
se hizo leyenda (o realidad mágica).
De Tchang Tao-ling se cuenta, que habiendo recibido varias revelaciones consiguió fabricar
el elixir de la Inmortalidad; que combatió con ocho Reyes-malignos, a los que pudo vencer
gracias a sus poderes mágicos y a sus talismanes y tras innumerables empresas maravillosas,
donde la magia y el misterio vencen a la realidad, subió al Cielo montado sobre un dragón
negro, no sin antes haber transmitido sus conocimientos a su hijo. Tchang Tao-ling se concedió
a si mismo el Título de Maestro-Celeste (Tien che). Este título se transmitió de
generación en generación entre sus descendientes, y cuando al principio de la República, el
Maestro-Celeste de entonces, (un muchacho de doce años) fue a Pekín y pidió audiencia a
Yuan-k'ai, primer presidente, éste le recibió con gran ceremonia y le confirmó su título.
La fusión religiosa china, estaba presente en el sacrificio que el Emperador ofrecía, con
toda su corte, en primavera y en otoño: Al Cielo, al Sol, a la Luna, al Suelo, al Dios de
la Guerra (Taoísmo), a Confucio y a sus propios antecesores, a cada uno en su templo respectivo.
Cada dos años, el Emperador ofrecía otro sacrificio en honor del Sol y de la Luna.
Los años impares para el Sol, esencia del Principio Activo (Yang); los pares para la Luna,
esencia del Principio Pasivo (Ying). Las ofrendas consistían en tres víctimas: Buey, carnero
y cerdo, al igual que la "Suovetaurilia" en el Imperio Romano, más vino y piezas de
seda y jades rojos, para el Sol; blancos para la Luna.
No es posible acercarse a cualquier aspecto de la milenaria
cultura china sin atender a dos conceptos
fundamentales cuyo origen se encuentra en el pasado
más remoto de su tradición: el Yin Yang y el Tao. En
la concepción china del mundo, el Tao es el principio
creador de todas las cosas, resultado de la fusión de
los dos elementos abstractos, el Yin y el Yang, de
cuya alternancia resultan todos los cambios, según se
descubre en el I-Ching (I Tjing) o Libro de las transformaciones.
Así, de los cinco elementos, el metal y
el agua son Yin, el fuego y la madera se identifican
con el Yang, y la tierra se encuentra entre el Yin y
el Yang. En general, se debe tener el cuenta que el
Ying Yang condiciona el pensamiento chino, de tal forma,
que sólo desde este sistema se explica por qué en
esta mitología los valores emocionales siempre se subordinan
a un orden estructurado con anterioridad. Para
el taoísmo, el "Tao" es un concepto filosófico esencial que representa la fuerza y la razón
considerado por Laozi como "la madre del mundo". Según la doctrina taoísta, este ideal se
consigue solo a través de la espontaneidad y dejando vía libre a la naturaleza,
lo que explica la importancia de la libertad individual. La
persona debe someterse al Tao, que como principio inmutable es superior
al hombre y al orden cósmico. Por ejemplo, el personaje de la mitología
china Pengzi no consiguió alcanzar la edad de ochocientos años con la
ayuda de ninguna fórmula mágica sino a través del Tao, que le permitió
sincronizar su ritmo vital con el de la naturaleza. En cambio, el sistema
confucionista se preocupa más por la vertiente moral de estos
conceptos. Durante la dinastía Han, la base tradicional del naturalismo
del Yin Yang fue adoptada por la ética confuciana trasladando la relación
de los elementos contrarios de la naturaleza, como por ejemplo lluvia-sequía,
al ámbito social bondad-maldad.
Por otra parte, y frente a la "amenaza" del budismo, durante la época Song los miembros de
la doctrina neoconfucionista también incidieron en los valores éticos del Tao.
El complejo sistema chino de Feng Shui, relacionado tanto con la topografía como con la geomancia, parte de una concepción animista de la naturaleza; Feng Shui significa "viento y agua". El dragón azul (macho, fuerza positiva) y el tigre blanco (hembra, fuerza negativa) componen las fuerzas de la naturaleza que dan vida a la corteza terrestre; de hecho, las montañas son los miembros del dragón. En cualquier lugar estos animales irradian su energía espiritual, que debe ser medida antes de decidirse la localización de cualquier edificio. En otras palabras el Feng Shui restablece un vínculo armónico con las Energías Universales de la Creación y del entorno humano, revelando una compleja sabiduría, basada en la interpretación del flujo de energía (chi). Como vimos anteriormente, en la cosmovisión china, existen dos fuerzas opuestas que se complementan y dan forma al Universo y a todo su interior, el Yin y el Yang. Tao, el camino al todo, es el principal armónico entre el Cielo y la Tierra. En general hace referencia a la topografía del lugar: montañas, valles, ríos, etc., cuyas características, formas y colores interactúan constantemente entre sí y con los seres humanos. Al Feng Shui lo podemos utilizar para el análisis de zonas, espacios, lugares, hábitat y situaciones que nos pueden resultar auspiciosos o desfavorables. Pero también nos da instrucciones para diseñar casas y ubicarlas en base a principios armónicos con las leyes del Universo, desbloquear Energías en lugares de trabajo, estudio, granjas donde haya animales y tambien en lugares donde uno entierra a sus antepasados. Llevado al plano práctico y cotidiano de nuestra cultura occidental, correspondería a las relaciones de nosotros con el trabajo, con la profesión, el dinero, la familia, la creatividad, los hijos, benefactores, metas, proyectos y objetivos, entre otros. Estas relaciones, según el concepto oriental, deben estar siempre enfocadas por la honestidad, la benevolencia, la rectitud, la cortesía y la justicia, virtudes esenciales y tan importantes al hacer una evaluación o trabajo de Feng Shui, tanto para quien lo realiza como para quien va dirigido. Si todo es Energía, la materia lo es a baja vibración. El pensamiento, a su más alta expresión vibratoria. Nosotros, en el medio de estas situaciones, podemos resonar favorablemente con la creación o no. El Feng Shui nos explica también qué ocurre con las líneas de Energía de objetos, formas y situaciones nuestra cercanía o entorno, cuáles de ellas nos pueden perjudicar, como ser, aristas, puntas, vigas, sobresalientes, líneas de alta tensión, etc., y cuáles otras nos irradian su benevolente expresión. Están involucrados tambi&eacvute;n los sonidos, los colores, el agua, las vibraciones más sutiles.
El Panteón Chino es una imagen bastante exacta de la organización terrestre de su país.
Esto, se repite de forma mas o menos evidente en (casi) todas las mitologías. La interpretación
fácil, es pensar que es una transposición de una organización ya existente; cosa muy
difícil porque ésta no podía existir antes que los individuos que la pusieran en práctica,
y éstos, no tenían ni poder ni autoridad para hacerlo, es decir, no eran reyes ni emperadores
sin el beneplácito de los Dioses, y sin ser ellos mismos una encarnación viviente de la
Divinidad, por lo que se cree más bien lo contrario, que primero hay un contacto místico-espiritual
con lo divino, en una Era Mágica de Arrakis, y es el Panteón Divino el modelo de
la organización social que posteriormente se va plasmando en la realidad.
En China, el Panteón está presidido por Tres Dioses Supremos: Uno que gobernó, el Venerable
Celeste del Origen Primero (Yuan-che T'ien-te-suen). Otro que gobierna: El Augusto de Jade
(Yu-huang), también llamado Supremo Emperador Augusto de Jade (Yu-huang Chang-ti), o familiarmente
llamado el Señor del Cielo (Lao-t'ien-ye); y el Tercero que sucederá a El Augusto
de Jade cuando éste decida, llamado El Venerable Celeste de la Aurora de Jade de la Puerta
de Oro (Kin-k'iue Yu-tchen T'ien-tsuen).
Esta sucesión Divina se encuentra también en otras mitologías, como por ejemplo en la Vikinga:
Mimir>Odin>Balder; el origen, el que reina (con la sabiduría del origen) y el que
reinará y creará un nuevo Panteón de Dioses después del Ragnarok. A Lao-t'ien-ye (el Señor
del Cielo) le ayuda en su gobierno y administración de la Tierra T'ai-yo ta-ti (el Gran Emperador
de la Montaña del Este), que es el responsable de los Dioses nombrados por el Señor
del Cielo para presidir los Ministerios Divinos de: La Riqueza, la Verdad, la Sabiduría, el
Poder, la Victoria, la Justicia, el Amor, etc. Estos Dioses Mandarines, tienen a su vez
Dioses-subalternos que se ocupan de departamentos concretos de cada uno de Los Ministerios
Divinos; siendo, por ejemplo, el Dios del Ahorro un subalterno a las ordenes del Supremo
Responsable del Ministerio de la Riqueza. Uno de estos Ministerios Divinos es el denominado
de "Calidad", cosa que creó que en China se identifica con "El Bien". Uno de los Dioses más
conocidos es El Segundo Señor de Calidad (Eul-lang), que expulsa a los malos espíritus haciendo
que les persiga T'ien K'eu (el Perro Celeste). Este Dios tiene una gran similitud
con el Sumerio Nin-Urta, Dios identificado con la constelación de Orión, del que se decía
que rompía y expulsaba el mal. Una vez al mes los Dioses Supremos de cada Ministerio Divino
van al Palacio de El Augusto de Jade a dar cuenta de su gestión y de la de sus subordinados
y éste, en vista de lo actuado distribuye elogios y ascensos o censuras y destituciones,
cosa ésta, maravillosa para los fieles ya que si algún dios subordinado no atendía sus ruegos,
siendo estos legítimos y honestos, podía recurrir a Instancias Supremas; que si consentían
en otorgar lo solicitado, también amonestarían al dios que no lo había hecho anteriormente.
El Palacio de El Señor del Cielo, se haya en algún lugar no definido de este
espacio físico llamado así, El Cielo (T'ien), pero T'ien también es la palabra que designa
la Esencia; el Espíritu del Cielo, no su materialidad; y es la manera concreta de designar
el Principio Activo (Li), que hace que se muevan todas las cosas.
Todas las profesiones, instituciones, gremios y oficios, tienen en China su Dios protector,
que, a su vez, es también el inventor o fundador del oficio o de la institución en la que
cualquier funcionario realiza su labor.
El Dios Principal de los funcionarios civiles es Ven-tch'ang ti-kium, el Dios de la Literatura,
y en lugar también muy importante Confucio, en chino K'ung Fu-Tzu o Kong Fuzi, 551-479 a.C.
(el Maestro Kong) que inicia un proceso de "historización" del mito mediante el cual los
hechos recogidos por la tradición son sometidos a un procedimiento de racionalización con
el fin de dotarles de veracidad. Así, los grandes pensadores del confucianismo, un sistema
letrado que solo puede ser liderado por quienes detentan el conocimiento, modificaron los
relatos mitológicos relacionándolos, por ejemplo, con los primeros emperadores de la dinastía
Xia (o Hsia). Un hecho histórico puede ser reinterpretado como mítico si sus consecuencias
fueron benefactoras para el imperio, como en el caso de los sacrificios sufridos por
un emperador, convertido así en objeto de culto. De hecho, las "biografías" de emperadores
como Yu o Shun incluyen no pocos elementos mágicos.
Ven-tch'ang ti-kium, que vivió en época imprecisa, dejó muchos textos escritos que le valieron
su posterior divinización. Por otra parte, el confucianismo, especialmente en la
obra "La Lámpara de la Cámara Oscura", de temática tanto moral como religiosa, incide en
que del mismo modo que el alma del difunto puede acceder a la divinidad si éste ha llevado
una vida heroica o ha sido un benefactor de la humanidad, también puede ser condenada a vidas
inferiores la humana a fuerza de cometer faltas y malas acciones; partiendo de la base,
que el alma no es mortal sino que va reencarnando en cuerpos que si lo son. Incluso esto,
en el Taoísmo no es un límite o punto final, porque los Dioses pueden, excepcionalmente,
premiar con una forma de inmortalidad física a las almas extraordinarias.
Los mandarines militares, rendían culto privado a Kuan-ti, Dios que poco a poco fue sustituyendo,
nada menos que a El Gran Emperador de la Montaña del Este, designado por el Supremo Augusto
de Jade para gobernar el mundo terrestre. Este Emperador Kuan, fue un personaje
histórico que vivió en el siglo III de nuestra era, y que murió asesinado en el 220 por
orden del emperador de la dinastía rival de los Wu, tras la toma de la ciudad de Kian-ling,
donde se había refugiado tras una derrota. Una vez divinizado, la función de Kuan-ti es
proteger al Imperio contra toda rebelión exterior y ocuparse especialmente de los funcionarios
militares. Popularmente se le conoce como Fu-mo-ta-ti (el Gran Emperador que somete a
los Demonios), a los que se dice que persigue y tiene el poder de romper sus maleficios.
Existen infinidad de cuentos en los que Kuan-ti interviene con esta función; uno de ellos
relata lo siguiente: A la muerte de un joven y rico personaje, un brujo se presentó en la
casa ofreciéndose a resucitarle. Para ello, y de acuerdo con las reglas del mundo infernal,
otra persona tenía que consentir en morir en su lugar. De sus mujeres ninguna se ofreció,
prefirieron seguir llorando por él a ser ellas las lloradas, pero un viejo servidor que era
muy devoto de Kuan-ti, y por tanto leal, honesto y valiente, consintió en dar su vida a
cambio de la de su señor. El servidor se dirigió al templo de Kuan-ti para rogar que la ceremonia
de sustitución tuviera éxito. Y, en efecto, cuando ésta se estaba realizando sonó
un trueno terrible y el brujo cayó fulminado con unas letras impresas en su cadáver que
denunciaban su intento de engaño al Cielo, porque el brujo había pretendido no resucitar el
alma del difunto, sino sólo su cuerpo para introducir en el la suya y así quedarse con su
dinero y privilegiada situación, pero Kuan-ti tomó el cuerpo y el alma del brujo a cambio
de la vida del joven difunto, respetando la del fiel y valiente servidor.
Los campesinos no tienen un Dios particular, pero la propia Religión Oficial era Agraria y
casi todas las fiestas estaban destinadas a obtener buenas cosechas. Un dios muy invocado
por ellos es el Gran Rey Pa-tcha, que acaba con las plagas de langostas, tan temidas en los
campos. Pa-tcha no las destruye sino que las cita ante su tribunal y las manda encarcelar.
También hay una Diosa encantadora, llamada Sao-ts'ing (la Dama barre el Cielo Sereno), que
se encarga de purificar el Cielo tras la lluvia, barriendo las nubes y dejándolo limpísimo.
Otros Dioses relacionados con el clima son, Lei-Kong, que es el Señor del Trueno y Tien-mu
(la Madre de los Relámpagos), pues Ella los crea con la ayuda de dos espejos. También había
una divinidad de la Lluvia (el Señor Supremo del Cielo Sombrío) y otra del Viento, pero para
pedir lluvia, normalmente los chinos se dirigen a los Dragones, cuyos espíritus duermen
en las aguas de la Tierra. Los campesinos los despiertan haciendo ruido al lado de los ríos
o lagos y arrojando a las aguas objetos de un determinado metal, para que se eleven hacia
el cielo y dancen sobre las nubes hasta deshacerlas en lluvia. Los marineros tienen una
diosa protectora que alcanzó un puesto importante en el panteón chino por la preferencia
que sintieron hacia Ella los Emperadores Manchues; se trata de T'ien Chang Cheng mu (la
Santa Madre de los Cielos), o también llamada T'ien-heu (La Emperatriz del Cielo).
El protector de comerciantes y artesanos es el ya mencionado en anterior ocasión, Dios de
la Riqueza, Ts'ai-chen.
Las ciudades y aldeas también tienen un Dios que las protege y custodia, llamado Tch'eng
huang, el Dios de Muros y Fosos. Inferiores a El y subordinados suyos son los Dioses del
Lugar, llamados con un simpático nombre, T'u ti (pequeños dioses); que se encargan de la
custodia de un trozo de terreno más o menos grande. A veces hasta un barrio o incluso una
calle tiene su T'u ti. Inferiores a estos pero no menos importantes son los Dioses Familiares,
encargados de la protección de cada casa y de sus habitantes; entre éstos figuran
el Dios del Hogar y su mujer, cuya imagen o nombres escritos no faltaba en ninguna puerta
de entrada. También se conocen Dioses protectores de cada una de
las Puertas y de los Recintos de las viviendas. Objeto de culto
eran y son también, los antepasados. Estos son representados mediante
unas tablillas con las siguientes palabras: Sitio del alma
de..., más el nombre del antepasado y sus títulos si los tenía.
Estas tablillas se ordenaban en un pequeño santuario llamado ts'eutang
(Tabernáculo-Templo funerario).
El Señor Supremo del Cielo Sombrío (Dios de la Lluvia), formaba
parte de los Cinco Antiguos Dioses que ayudaban al Augusto de Jade
(Chang-ti) en su gobierno del mundo; está encargado de la parte
septentrional de la región y es el regente de las Aguas y el encargado
de expulsar de ellas y de sus dominios a los malos espíritus.
La Diosa Teu-mu, llamada Madre del Celemín, tiene a su cuidado la
salud y la suerte de los hombres, con la ayuda de los Tres Agentes
(San-Kuan) del Cielo, de la Tierra, y del Agua; a cuyo cuidado está
también la anotación de las buenas y malas acciones ejecutadas por
los hombres.
Las Divinidades de la Dicha de cada mortal son las Tres Estrellas
(Sang-sing): Estrella de la Felicidad (Fusing), Estrella de la Dignidad
(Lu-sing) y Estrella de la Longevidad (Chesing).
Los protectores de la religión y encargados de instruir a los hombres son:
En el Budismo, los Dieciocho Arhats -Che pa lo-han), y en el Taoísmo los Ocho Inmortales
(Pa-sien). Las Divinidades concretas encargadas de ciertas enfermedades y de su curación,
no eran conocidas más que por los médicos o magos encargados de sanarlas. Los Tao-che del
Taoísmo tenían un Ministerio de Epidemias compuesto de cinco dioses que presidían los Cinco
Puntos Cardinales (Norte, Sur, Este, Oeste, y....el Centro), y en las cuatro estaciones del
año.
El Infierno, o más bien los Infiernos, no tienen en China tal denominación, sino el nombre
de "Prisiones Terrestres" (ti-yo), y son diez; cada una de ellas gobernada por un importante
Rey-Dios. Estos Diez Caballeros son los Reyes-Yama de los Diez Tribunales (Che-tien Yen-vang).
El primero de los Diez soberanos, también es el que reina sobre los otros Nueve y
Supremo Regente del "Mundo Prisionero" al que van las almas después de la muerte, aunque
está también sometido al mandato de El Supremo Emperador Augusto de Jade, y al de su delegado
terrestre el Gran Emperador de la Montaña del Este. El Supremo Emperador de este Mundo
era el Dios Yama (Yeng-vang), de origen persa e introducido en
China con el budismo, pero como era demasiado bueno y la mayoría
de las veces les permitía a las almas volver a la Tierra sin ningún
castigo, el Augusto de Jade le quitó el mando supremo y le
envió a la quinta Prisión. Yama, fue reemplazado por Ts'in-kuang-vang,
que, cuando los méritos y deméritos de las almas se compensaban,
las enviaba a renacer al Mundo sin imponerles pena ninguna.
Pero a los culpables les hacía conducir a la Terraza del Espejo de
los Malos (Sie-king t'a), donde era colocados ante un inmenso
espejo en el que se reflejaban toda sus faltas, pecados y crímenes,
y de allí eran llevados a los recintos de otros reyes encargados de
imponer los castigos correspondientes. El Primer Gran
Rey, como gran juez no imponía castigos personalmente a nadie. El
Segundo Rey castigaba a mediadores y depositarios (similar a los
notarios), que no habían sido honrados ni leales, y también a los
médicos ignorantes. En el Tercer Recinto eran castigados los
mandarines prevaricadores y cuantos habían obrado mal con un superior,
los siervos que habían perjudicado de una u otra manera a
sus amos, los condenados que habían escapado a la justicia, las
mujeres desagradables y violentas con sus maridos, los falsarios y calumniadores, y aquellos
que habían vendido el terreno de la sepultura familiar. En el Cuarto Recinto se
castigaba a los ricos avaros que no daban limosna, a los que conociendo fórmulas para curar
las enfermedades no las divulgaban, a los fabricantes de monedas falsas, a los estafadores
y comerciantes no honrados, a los blasfemos y a los que robaban en las Pagodas. El Quinto
Recinto estaba destinado a los grandes pecadores religiosos, a los lujuriosos, a los seductores,
a los raptores, y a todo lo concerniente a la prostitución. El Sexto a los sacrílegos.
El Séptimo a los que causaban algún daño a las sepulturas o incluso a los cadáveres.
El Octavo a los que no se habían portado piadosamente con la familia. El Noveno a los
incendiarios, a los pintores y escultores obscenos junto a los que gustan de sus obras.
Y el Décimo Recinto-prisión era donde se decidía las transmigraciones y la salida de la
Prisión Terrestre de las Almas, para lo que contaba con cuatro negociados especiales. Todas
las almas, a excepción de las de los grandes criminales, que eran condenadas a permanecer
eternamente prisioneras, pasaban allí un periodo de tiempo más o menos largo. Para librar
a las almas de los muertos de la Prisión infernal se invocaba a una Diosa llamada Ti-tsang,
transcripción china del nombre sánscrito Kshitigarbha. Las almas liberadas por Ti-tsang van
al Paraíso, o mundo de las Delicias de la Región Occidental, también llamado la Tierra Pura
(Ts'ing-tsing) donde reina el Buda Amitabha. En este Paraíso no hay ni dolor corporal ni
moral y las fuentes de la felicidad son innumerables. El oro, la plata y el cristal están
por todas partes, como también los estanques llenos de lotos cuyas paredes son de pedrería,
las arenas de su fondo de oro y sus aguas dulcísimas de beber y tocar, frescas y puras. Un
paraíso lleno de belleza, allí donde se pose la mirada.
El alma de los muertos, en una cultura tan protocolaria, es impensable que se presente por
si misma y sin cita previa en "La Prisión Terrestre" y ante su Gran Emperador. Son dos
enviados de éste Gran Rey, los que van a buscarla; se trata del Dios Cabeza de Buey (Niu-t'eu),
y de la Diosa Ma-mien (Cabeza de Caballo). La importancia y la función del Dios de
las Puertas se muestra en esta ocasión, porque Él es el encargado de examinar la orden emitida
por el Gran Emperador del Mundo de las Almas, y que sus dos enviados deben mostrarle;
si la orden no está en regla, no les deja pasar, y su protegido o protegidos permanecen en
el mundo de los vivos, por lo menos hasta que no le presenten la orden en perfectas condiciones.
Las almas no son llevadas inmediatamente ante el Gran Rey, sino que primero son
juzgadas por el Dios de Muros y Fosos (Tch'eng huang), Dios de las ciudades o Recintos de
los Vivos, que después de retenerlas en sus dominios durante 49 días, las interroga y según
lo que merezcan las deja libres (reencarnación inmediata), o las envía ante el Gran Rey.
Las almas justas no se reflejaban en los espejos y eran enviadas a alguno de los Paraísos.
Uno de estos es La Tierra de la Extrema Felicidad de Occidente del Buda Amithaba, y otro el
Paraíso de los Inmortales de la Reina Wang.
La Terraza del Espejo parece ejercer la misma función que la balanza en el Juicio de las
Almas Egipcio. Si algo pesa en el corazón o si algo se refleja material o denso en el Espejo,
de las transparentes almas, son impurezas causadas por las faltas. Una vez cumplido el
castigo en el recinto correspondiente, el alma llegaba al Décimo Recinto, donde el Gran Emperador
del Mundo de las Almas decide la forma humana o animal en que tiene que renacer.
Las almas que se reencarnan en animales no pierden por ello la sensibilidad de sus sentimientos
humanos, pero les es imposible expresarlos, sobre todo después de haber bebido el
Caldo del Olvido (Mihuen-t'ang).
La Dama Meng, que habita en una casa situada a la salida del Mundo-prisión de las Almas, es
la encargada de fabricar el Mihuen-t'ang, y de él hace beber a todas las almas cuando pasan
por delante de su puerta para ir a la Rueda de la Transmigración.
El Reino de las Almas era todo un Mundo aparte, con sus ciudades y campos. Una de estas
ciudades y la más importante es Fong-tu, donde está el palacio del Gran Emperador Ts'in-kuang-vang
y los diversos tribunales. Se entra a esta ciudad por la puerta de los Espíritus
(Koe-men-kuan), y en el lado opuesto, la ciudad está limitada por un río, el Nai-ho, que
tiene tres puentes: Uno de oro, para los Dioses; otro de plata, para las almas virtuosas, y
el tercero de barro, para las almas vulgares y las criminales.
Aunque la mitología china presenta muchas de las características de la estructura social, tan jerarquizada, con la figura del dios como gobernante supremo frente a otras divinidades inferiores, en el vasto panteón chino existen deidades de muy diversa naturaleza. Los líderes religiosos que hubieran sido fieles al concepto ancestral del Tao ("camino, sabiduría") podían convertirse en mitos si su obra alcanzaba verdadera trascendencia, como en el caso de Laozi (o Lao Tzu, "viejo maestro"), longevo filósofo chino que en el siglo VI a.C. escribió la obra esencial del taoísmo, Dao De Jing (Libro del camino), aunque este movimiento religioso no fue sistematizado hasta ocho siglos después. En la vida de Laozi, que fue deificado como dios director del panteón de los inmortales y normalmente se representa a lomos de un búfalo, lo legendario y lo biográfico se unen de tal forma que incluso llega a ser discutida su existencia. Por lo tanto en China, también existe la opción de la inmortalidad aportada por el Taoísmo. Para acceder a ella era indispensable practicar la doctrina taoísta toda la vida, conseguir fabricar el elixir de la larga vida, o convertirse en asceta, absteniéndose de comer alimentos cocidos, cereales y aprendiendo a regular la respiración. También un medio para acceder a ella era retirarse a una vida de ermitaño, pues entre éstos, los Dioses elegían a los más virtuosos para su corte de Inmortales. El que de alguna de estas maneras alcanzaba el estado de santidad, dejaba su cuerpo material que quedaba vacío, y liberando el sutil, podía volar sobre las nubes, atravesar el agua y el fuego y, en una palabra, independizándose de la materia, escapar al fin último de ésta. El Reino de los Inmortales en la mitología china, se encuentra en la Montaña K'uen-luen uno de los paraísos del Más Allá, la soberana de esta Montaña es la Dama-Reina de Occidente, la antes mencionada Reina Wang, esposa del Augusto de Jade, que habita un palacio de nueve pisos construido en la cima de la Montaña, en torno al cual hay maravillosos jardines en los que crece el "Melocotonero de la Inmortalidad". Los mortales que durante su vida terrestre son recompensados por los Dioses, a causa de sus virtudes, con un fruto del Melocotonero de la Inmortalidad, también se convierten en Inmortales y pasan a ser habitantes de este bello palacio y a convivir con los Dioses.