Como el mito es una narración, muchos intentos de comprensión se han centrado en su estructura lingüística. Hay quien busca el significado del mito en la historia y estructura del lenguaje mismo. El más famoso defensor del mito como ejemplo del desarrollo histórico del lenguaje es Friedrich Max Müller, un estudioso alemán que cumplió la mayor parte de su vida académica en Inglaterra, y cuyos trabajos más importantes tratan de la religión y los mitos de la India. Müller creía que en los textos védicos de la antigua India, los dioses y sus acciones no representan seres o hechos reales, sino que son productos de una confusión del lenguaje humano, de un intento, a través de imágenes sensuales y visuales, de dar expresión a los fenómenos naturales (como el trueno o el mar). Más reciente es la construcción del modelo lingüístico estructural, a partir de las obras del lingüista suizo Ferdinand de Saussure, del rusoamericano Roman Jakobson y del folclorista americano Stith Thompson. Los lingüístas de esta corriente interpretan el significado total del lenguaje como un sistema lógico interno. Examinan en particular la relación entre dos niveles de lenguaje: por un lado, las palabras y el contenido que realmente transmiten, por otro, la estructura sistemática subyacente: gramática, sintaxis y otras normas de la lengua. El estudioso más importante del mito desde esta perspectiva fue el antropólogo francés Claude Lévi-Strauss. Para él, el Mito representaba un caso especial de uso lingüístico, un tercer nivel más allá de la narración superficial y de la estructura subyacente. En el Mito, descubrió ciertos grupos de relaciones que, aunque expresados en el contenido narrativo y dramático, obedecen el orden sistemático de la estructura del lenguaje. Afirmaba que la misma forma lógica está presente en todos los lenguajes y culturas, en obras científicas tanto como en mitos tribales.
Ahora nos enfrentaremos al problema de la diversidad de las formas simbólicas y de su interrelación. Como formas autónomas Cassirer distingue el mito, el lenguaje y la ciencia. En estas formas se da una profunda diferencia entre el simbolismo científico, por un lado, y el simbolismo mítico precientífico, por otro lado. La función de éste último es la elaboración intuitiva de la experiencia, mientras que la función del simbolismo científico es el tratamiento discursivo por medio de reglas de un mundo ya intuitivamente aprehendido. Esto es, mientras que el mito se mueve en un nivel subjetivo e intuitivo, la ciencia se mueve en un nivel discursivo, en el nivel de los conceptos generales y leyes. Es un error contemplar el mito como una variedad inferior y aún no desarrollada de la ciencia, ya que ambos, mito y ciencia, son necesarios: la ciencia no existe por sí misma y depende de ese nivel más básico que es el mito. Así pues, existen dos modos de pensar y percibir las cosas. Podemos, por ejemplo, contemplar el viento como una perturbación física atmosférica, o bien pensarlo como un poder divino o una criatura encolerizada. Si mantuviésemos estos dos opuestos así diferenciados, caeríamos o en el irracionalismo o en el racionalismo. Según el irracionalismo, las fuerzas emotivas, intuitivas y ciegas del mito gobernarían más al ser humano que los motivos de la razón pura, que pasaría a ser algo secundario y completamente innatural. Según el racionalismo, el mito sería algo ilusorio y engañoso, algo que nos aleja de la realidad mediante velos subjetivos. Cassirer reacciona frente a uno y frente a otro. Contra el racionalismo, afirma la identidad simbólica tanto del mito como de la ciencia: el carácter simbólico pertenece también a la ciencia, y además, el mito es un símbolo proyectivo de la realidad, esto es, que es realmente un modo de explorar la realidad. Contra el irracionalismo, afirma que el Logos científico está de un modo incoado y anticipado en el mito. Es natural así que Cassirer proponga un nivel intermediador entre el mito y el logos: este nivel no es otro que el lenguaje. Gracias al lenguaje se da el movimiento de nuestra actividad simbólica desde lo indefinido a lo determinado, de lo incoado a lo explícito, en fin, del mito al logos. Aunque también existe un movimiento en la dirección opuesta. Si el pensamiento científico (lógico) supone el pensamiento lingüístico (representativo) y éste al pensamiento mítico (intuitivo), no es menos cierto que, viceversa, ya en el mundo mítico coactúa el espacio de la representación que el lenguaje abre y en cuyo recinto a su vez se incoa la conceptualización que dará lugar a la ciencia. Esto es, así como el nivel discursivo descansa en el intuitivo, también es verdad que el nivel intuitivo es influido por el nivel discursivo.