Como en el caso de la creación visible, también en la región invisible hay orden y posición entre los ángeles. El ángel principal, tanto en poder como en autoridad, es Miguel, el arcángel. Se cree que es el ángel que condujo a Israel por el desierto otros aseguran que fue Metatrón. Los serafines (que es un tipo de ángel) disfrutan de una posicián muy elevada entre los ángeles debido a sus privilegios y honra. Sin embargo, las Escrituras mencionan con más frecuencia (unas noventa veces) a los querubines (que es otro tipo), y lo que se dice sobre sus obligaciones y responsabilidades pone de manifiesto que también ostentan una posición especial entre los ángeles. Luego está la gran cantidad de mensajeros angélicos que sirven como medio de comunicación entre Dios y el hombre.
Puesto que Dios creó al hombre "un poco inferior a los ángeles", se entiende que estos tienen
una capacidad mental mayor que la del hombre, y que también son sobrehumanos en poder.
Su conocimiento y poder se manifestaron cuando dos ángeles provocaron la destrucción ardiente
de Sodoma y Gomorra y en el caso en que un solo ángel mató a 185.000 soldados del
ejército asirio.
Los ángeles también pueden desplazarse a grandes velocidades, velocidades muy superiores a
las conocidas en el mundo físico. Por ejemplo, una de las veces en que Daniel estuvo orando
Dios envió a un ángel para contestar su oración, y este llegó a los pocos instantes, aun
antes de que concluyera la oración. No obstante, a pesar de su superioridad en capacidad
mental y poderes espirituales, los ángeles también tienen ciertas limitaciones. Jesús dijo
que no sabían el "día y hora" del juicio final. Aunque se interesan profundamente en el
desarrollo de los propósitos de Dios, hay algunas cosas que no alcanzan a comprender.
Respaldan la obra de Cristo y sus seguidores. Los santos ángeles de Dios siguieron con sumo
interés la vida terrestre de Jesús de principio a fin. Anunciaron su concepción y nacimiento,
y le ayudaron después de su ayuno de cuarenta días. Un ángel lo fortaleció mientras
oraba en Getsemaní en su última noche como ser humano. Cuando la muchedumbre se le acercó
para arrestarle, de haberlo querido, hubiera tenido doce legiones de ángeles a sus órdenes.
Además, anunciaron su resurrección y también presenciaron su ascensión al cielo.
Desde entonces en adelante, los mensajeros espíritus de Dios han continuado ayudando a sus
siervos en la Tierra, tal como Jesús prometió. A los siervos de Dios se les garantiza que
el ejército de criaturas invisibles protectoras, siempre presente, es tan real como las
fuerzas angelicales que rodearon al profeta Elíseo (el sucesor de Elías) y a su servidor.
También se hace mención de los ángeles que acompañan a Jesucristo cuando Él se sienta a
juzgar. De igual manera, los ángeles se unen a Miguel en su guerra contra el dragón y sus
fuerzas demoniacas al tiempo en que es dado a luz el reino de Dios en los cielos. Además,
lucharán al lado del Rey de reyes cuando se inicie la guerra del gran día de Dios.
Los ángeles de la Biblia son tan reales como nosotros, aunque de una clase de existencia
mucho más exaltada.
Muchos personajes bíblicos han confundido a los ángeles por personas normales y corrientes y
los han hospedado en su casa. Algunos de estos personajes son Abraham, que confundió a tres
ángeles; Lot, que hospedó en su casa a los ángeles que destruyeron Sodoma; y Manoa, que es
el padre de Sansón. Pablo, refiriéndose a estas circunstancias en Hebreos 13:2, dice: "No
os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles".
Estas narraciones demuestran que los ángeles de Dios son como nosotros, en lo que a aspecto
físico se refiere; y que no son los seres etéreos de la teología popular. El comer y el
lavarse los pies los sacan de la categoría de los ángeles tradicionales. Son tan reales y
tangibles como los hombres mortales pero de una naturaleza más elevada. Ellos son incorruptibles
en substancia, y por lo tanto inmortales.
Los ángeles, en forma y característica, se parecen a los seres humanos. Comen y beben, caminan
y conversan, y se comportan en general como nosotros; pero a diferencia de nosotros,
son incorruptibles, inmortales, perfectos, y fuertes en el poder con el cual Dios los ha
investido para la ejecución de sus propósitos. Ellos tienen poder para atravesar el espacio
pero no necesitan alas para hacerlo, pues Jesucristo subió al cielo sin la ayuda de tales
apéndices. Solo es necesario poseer poder para contrarrestar la influencia de la gravitación
física, y la capacidad para manejarlo a voluntad. Este poder mora en los ángeles y en
Jesucristo, y parece ser generalmente la característica de los cuerpos espirituales. En los
ángeles observamos un ejemplo de lo que los santos serán después de la resurrección.