En aquella misma ocasión, algunos estaban allí contándole de ciertos galileos cuya sangre Pilato había mezclado con la sangre de sus sacrificios.
2 Respondiendo Jesús les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron estas cosas, habrán sido más pecadores que todos los galileos?
3 Os digo que no; Más bien, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.
4 O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre de Siloé y los mató, ¿Pensáis que ellos habrán sido más culpables que todos los hombres que viven en Jerusalén?
5 Os digo que no; Más bien, si no os arrepentís, todos pereceréis de la misma manera.
6 Entonces dijo esta parábola: Cierto hombre tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo halló.
7 Entonces dijo al viñador: He aquí, ya son tres años que vengo buscando fruto en esta higuera y no lo hallo. Por tanto, córtala. ¿Por qué ha de inutilizar también la tierra?
8 Entonces él le respondió diciendo: Señor, déjala aún este año, hasta que yo cave alrededor de ella y la abone.
9 Si da fruto en el futuro, bien; y si no, la cortarás.
Cuando Jesús acabó de hablar, un fariseo le rogó que comiese con él; y habiendo entrado Jesús en su casa, se sentó a la mesa.
11 Y el fariseo se asombró al ver que no se lavó antes de comer.
12 Entonces el Señor le dijo: Vosotros los fariseos limpiáis el exterior de la copa o del plato, pero vuestro interior está lleno de rapiña y de maldad.
13 Necios, ¿el que hizo lo de fuera no hizo también lo de dentro?
14 Pero dad con misericordia de las cosas que están dentro, y he aquí, todas las cosas os serán limpias.
15 ¡Ay de vosotros, fariseos! Porque diezmáis la menta, la ruda y toda hortaliza, pero pasáis por alto el juicio y el amor de Dios. Es necesario hacer estas cosas, sin pasar ;por alto aquéllas.
16 ¡Ay de vosotros, fariseos! Porque amáis los primeros asientos en las sinagogas y las salutaciones en las plazas.
17 ¡Ay de vosotros! Porque sois como sepulcros ocultos, y los hombres que andan por encima no lo saben.
18 Respondió uno de los maestros de la ley y le dijo: Maestro, cuando dices esto, también nos afrentas a nosotros.
19 Y él le dijo: ¡Ay de vosotros también, maestros de la ley! Porque imponéis a los hombres cargas que no pueden llevar, pero vosotros mismos no las tocáis ni aun con uno de vuestros dedos.
20 ¡Ay de vosotros, maestros de la ley! Porque habéis quitado la llave del conocimiento. Vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo habéis impedido.
21 Cuando salió de allí, los escribas y los fariseos comenzaron a presionarle mucho y a provocarle a que hablase de muchas cosas,
22 acechándole para cazar algo de su boca.
23 Aquel día Jesús salió de la casa y se sentó junto al mar.
24 Y se le acercó mucha gente, de manera que él entró en una barca para sentarse, y toda la multitud estaba de pie en la playa.
25 Entonces les habló muchas cosas en parábolas, diciendo: He aquí un sembrador salió a sembrar.
26 Mientras él sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la devoraron.
27 Y otra parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó rápidamente, porque la tierra no era profunda.
28 Pero cuando salió el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó.
29 Y otra parte cayó entre los espinos. Los espinos crecieron y la ahogaron.
30 Y otra parte cayó en buena tierra y dio fruto, una a ciento, otra a sesenta y otra a treinta por uno.
31 El que tiene oídos, que oiga.
32 Cuando estuvo solo, los que estaban alrededor de él junto con los doce le preguntaban en cuanto a las parábolas.
Vosotros, pues, oíd la parábola del sembrador.
34 Cuando alguien oye la palabra del reino y no la entiende, viene el maligno y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino.
35 Y el que fue sembrado en pedregales es el que oye la palabra y en seguida la recibe con gozo;
36 pero no tiene raíz en sí, sino que es de poca duración, y cuando viene la aflicción o la persecución por causa de la palabra, en seguida tropieza.
37 Y el que fue sembrado en espinos, éste es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de este mundo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y queda sin fruto.
38 Pero el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye la palabra y la entiende, el que de veras lleva fruto y produce, uno a ciento, otro a sesenta, y otro a treinta por uno.
También les dijo: ¿Acaso se trae una lámpara para que sea puesta debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿No es para que sea puesta sobre el candelero?
40 Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni nada escondido, sino para que salga en claro.
41 Si alguno tiene oídos para oír, oiga.
Les presentó otra parábola diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo.
43 Pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue.
44 Cuando brotó la hierba y produjo fruto, entonces apareció también la cizaña.
45 Se acercaron los siervos al dueño del campo y le preguntaron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?
46 Y él les dijo: Un hombre enemigo ha hecho esto. Los siervos le dijeron: Entonces, quieres que vayamos y la recojamos?
47 Pero él dijo: No; no sea que al recoger la cizaña arranquéis con ella el trigo.
48 Dejad crecer a ambos hasta la siega. Cuando llegue el tiempo de la siega, yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en manojos para quemarla. Pero reunid el trigo en mi granero.
Entonces, una vez despedida la multitud, volvió a casa. Y sus discípulos se acercaron a él diciendo: Explícanos la parábola de la cizaña del campo.
50 Y respondiendo él dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre.
51 El campo es el mundo. La buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del maligno.
52 El enemigo que la sembró es el diablo. La siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.
53 De manera que como la cizaña es recogida y quemada en el fuego, así será el fin del mundo.
54 El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que causan tropiezos y a los que hacen maldad,
55 y los echarán en el horno de fuego. Allí habrá llanto y crujir de dientes.
56 Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos, que oiga.
El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que un hombre descubrió y luego escondió. Y con regocijo va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo.
58 Además, el reino de los cielos es semejante a un comerciante que buscaba perlas finas.
59 Y habiendo encontrado una perla de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.
Asimismo, el reino de los cielos es semejante a una red que fue echada en el mar y juntó toda clase de peces.
61 Cuando estuvo llena, la sacaron a la playa. Y sentados recogieron lo bueno en cestas y echaron fuera lo malo.
62 Así será el fin del mundo: Saldrán los ángeles y apartarán a los malos de entre los justos,
63 y los echarán en el horno de fuego. Allí habrá llanto y crujir de dientes.
64 ¿Habéis entendido todas estas cosas? Ellos le dijeron: Si.
65 El les dijo: Por eso, todo escriba instruido en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas.
66 También decía: Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra.
67 El duerme de noche y se levanta de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa cómo.
68 Porque de por sí la tierra da fruto: primero el tallito, luego las espigas y después el grano lleno en la espiga.
69 Y cuando el fruto se ha producido, en seguida él mete la hoz, porque la siega ha llegado.
También decía: ¿A qué haremos semejante el reino de Dios? ¿Con qué parábola lo compararemos?
71 Es como un grano de mostaza que, cuando es sembrado en la tierra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra.
72 Pero una vez sembrado, crece y se convierte en la más grande de todas las hortalizas, y echa ramas muy grandes, de modo que las aves del cielo pueden anidar bajo su sombra.
73 Con muchas parábolas semejantes les hablaba la palabra, conforme a lo que podían oír.
74 No les hablaba sin parábolas, pero en privado les explicaba todo a sus discípulos.