Cuando descendió del monte, le siguió mucha gente.
2 Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando.
Venid a Mí, todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar.
4 Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.
5 Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.
Uno de los fariseos le pidió que comiera con él; y cuando entró en la casa del fariseo, se sentó a la mesa.
7 Y he aquí, cuando supo que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, una mujer que era pecadora en la ciudad llevó un frasco de alabastro con perfume.
8 Y estando detrás de Jesús, a sus pies, llorando, comenzó a mojar los pies de él con sus lágrimas; y los secaba con los cabellos de su cabeza. Y le besaba los pies y los ungía con el perfume.
9 Al ver esto el fariseo que le había invitado a comer, se dijo a sí mismo: Si éste fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, porque es una pecadora.
10 Entonces, respondiendo Jesús le dijo: Simón, tengo algo que decirte. El dijo: Di, Maestro.
11 Cierto acreedor tenía dos deudores: Uno le debía quinientos denarios, y el otro, cincuenta.
12 Como ellos no tenían con qué pagar, perdonó a ambos. Entonces, ¿Cuál de éstos le amará más?
13 Respondiendo Simón dijo: Supongo que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Has juzgado correctamente.
14 Y vuelto hacia la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Yo entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; pero ésta ha mojado mis pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos.
15 Tú no me diste un beso, pero desde que entré, ésta no ha cesado de besar mis pies.
16 Tú no ungiste mi cabeza con aceite, pero ésta ha ungido mis pies con perfume.
Entonces fueron su madre y sus hermanos, y quedándose fuera enviaron a llamarle.
18 Mucha gente estaba sentada alrededor de él, y le dijeron: Mira, tu madre, tus hermanos y tus hermanas te buscan afuera.
19 El respondiendo les dijo: ¿Quién es mi madre y mis hermanos?
20 Y mirando a los que estaban sentados alrededor de él, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos.
21 Porque cualquiera que hace la voluntad de Dios, éste es mi hermano, mi hermana y mi madre.
En esto, habiéndose juntado una multitud de miles y miles, tanto que se pisoteaban unos a otros, él comenzó a decir primeramente a sus discípulos: Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía.
23 Porque no hay nada encubierto que no haya de ser revelado, ni oculto que no haya de ser conocido.
24 Más bien, las cosas que habéis dicho en las tinieblas serán oídas en la luz, y lo que habéis hablado al oído en las habitaciones será pregonado en las azoteas.
25 Y os digo a vosotros mis amigos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después no tienen nada peor que hacer.
26 Pero yo os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que, después de haber dado muerte, tiene poder de echar en el infierno. Sí, os digo: A éste temed.
27 ¿No se venden cinco pajaritos por dos cuartos? Pues ni uno de ellos está olvidado delante de Dios.
28 Pero aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis; más valéis vosotros que muchos pajaritos.
29 Le dijo uno de la multitud: Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.
30 Y él le dijo: Hombre, ¿quién me ha puesto como juez o repartidor sobre vosotros?
31 Y les dijo: Mirad, guardaos de toda codicia, porque la vida de uno no consiste en la abundancia de los bienes que posee.
32 Y él razonaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré? Porque ya no tengo dónde juntar mis productos.
34 Entonces dijo: ¡Esto haré! Derribaré mis graneros y edificaré otros más grandes. Allí juntaré todo mi grano y mis bienes,
35 y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes almacenados para muchos años. Descansa, come, bebe, alégrate.
36 Pero Dios le dijo: ¡Necio! Esta noche vienen a pedir tu alma; y lo que has provisto, ¿para quién será?
37 Así es el que hace tesoro para sí y no es rico para con Dios.
38 Dijo a sus discípulos: Por tanto, os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir.
39 La vida es más que el alimento, y el cuerpo es más que el vestido.
40 Considerad los cuervos, que ni siembran, ni siegan, ni tienen almacenes ni graneros; y Dios los alimenta. ¡Cuánto más valéis vosotros que las aves!
41 ¿Quién de vosotros podrá, con afanarse, añadir un codo a su estatura?
42 Pues si no podéis lo que es menos, ¿por qué estáis afanosos de lo demás?
43 Considerad los lirios, cómo crecen. No trabajan, ni hilan; y os digo que ni aun Salomón, con toda su gloria, fue vestido como uno de ellos.
44 Si Dios viste así la hierba, que hoy está en el campo y mañana es echada en el horno, ¡Cuánto más hará por vosotros, hombres de poca fe!
45 Vosotros, pues, no busquéis qué habéis de comer o qué habéis de beber, ni estéis ansiosos.
46 porque todas estas cosas busca la gente del mundo; pero vuestro Padre sabe que necesitáis estas cosas.
47 más bien, buscad su reino, y estas cosas os serán añadidas.
48 No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino.
49 Vended vuestros bienes y dad ofrendas de misericordia. Haceos bolsas que no se envejecen, un tesoro inagotable en los cielos, donde no se acerca el ladrón, ni la olilla destruye.
50 Porque donde esté vuestro tesoro, allí también estará vuestro Corazón.
51 Estén ceñidos vuestros lomos y encendidas vuestras Lámparas.
52 Y sed vosotros semejantes a los siervos que esperan a su señor cuando ha de volver de las bodas, para que le abran al instante en que llegue y llame.
53 Bienaventurados aquellos siervos a quienes el Señor les encuentre velando cuando llegue. De cierto os digo que se ceñirá y hará que se sienten a la mesa, y viniendo les servirá.
54 Aunque venga a la segunda vigilia, y aunque venga a la tercera vigilia, si los halla así, ¡bienaventurados aquellos siervos?
55 Sabed que si el dueño de casa hubiera sabido a qué hora habría de venir el ladrón, no habría permitido que forzara la entrada a su casa.
56 Vosotros también estad preparados, porque a la hora que no penséis, vendrá el Hijo del Hombre.
57 Entonces Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta parábola para nosotros, o también para todos?
58 Y dijo el Señor: ¿Quién es, pues, el mayordomo fiel y prudente, a quien el Señor pondrá sobre los de su casa para que les dé sus raciones a su debido tiempo?
59 Bienaventurado será aquel siervo a quien, cuando su señor venga, le encuentre haciéndolo así.
60 En verdad os digo que le pondrá sobre todos sus bienes.
61 Pero si aquel siervo dice en su corazón: Mi Señor tarda en venir y comienza a golpear a los siervos y a las siervas, y a comer y a beber y a embriagarse,
62 Vendrá el Señor de aquel siervo en el día que no espera y a la hora que no sabe, y le castigará duramente y pondrá su parte con los incrédulos.
63 Porque aquel siervo que entendió la voluntad de su Señor y no se preparó ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes.
64 Pero el que no entendió, aunque hizo cosas dignas de azotes, recibirá pocos azotes. Porque de todo aquel a quien le ha sido dado mucho, mucho se demandará de él; y de aquel a quien confiaron mucho, se le pedirá más.
65 Decía también a las multitudes: Cuando veis la nube que sale del poniente, luego decís: Va a llover. Y así sucede.
66 Cuando sopla el viento del sur, decís: Hará calor. Y lo hace.
67 ¡Hipócritas! Sabéis interpretar el aspecto del cielo y de la tierra, ¿y cómo no sabéis interpretar este tiempo?
68 ¿Por qué no juzgáis vosotros mismos lo que es justo?
69 Pues cuando vayas al magistrado con tu adversario, procura con diligencia arreglarte con él en el camino, no sea que te arrastre al juez y el juez te entregue al policía, y el policía te meta en la cárcel.
70 Te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado la última blanca.