En la fiesta, el procurador acostumbraba soltar al pueblo un preso, el que quisieran.
2 Tenían en aquel entonces un preso famoso que se llamaba Barrabás.
3 Estando ellos reunidos, Pilato les dijo: ¿A cuál queréis que os suelte? ¿A Barrabás o a Jesús, llamado el Cristo?
4 Porque sabía que por envidia le habían entregado.
Mientras él estaba sentado en el tribunal, su esposa le mandó a decir: No tengas nada que ver con ese justo, porque hoy he sufrido muchas cosas en sueños por causa de él.
6 Entonces los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a las multitudes que &pidieran a Barrabás y que dieran muerte a Jesús.
7 Y respondiendo el procurador les dijo: ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Ellos dijeron: ¡A Barrabás!
8 Pilato les dijo: ¿Qué, pues, haré con Jesús, llamado el Cristo? Todos dijeron: ¡Sea crucificado!
9 Y el procurador les dijo: Pues, ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aun más fuerte diciendo: ¡Sea crucificado!
Entonces les soltó a Barrabás; y después de haber azotado a Jesús, le entregó para que fuese crucificado.
11 Entonces los soldados del procurador llevaron a Jesús al Pretorio y reunieron a toda la compañía alrededor de él.
12 Habiendo entretejido una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha pusieron una caña. Se arrodillaron delante de él y se burlaron de él, diciendo: ¡Viva, rey de los Judíos!
13 Y escupiendo en Él, tomaron la caña y le golpeaban la cabeza.
14 Y cuando se habían burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus propios vestidos y le llevaron para crucificarle.
Entonces Judas, el que le había entregado, al ver que era condenado, sintió remordimiento y devolvió las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos,
16 diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente. Pero ellos dijeron: ¿Qué nos importa a nosotros? ¡Es asunto tuyo!
17 Entonces él, arrojando las piezas de plata dentro del santuario, se apartó, se fue y se ahorcó.
18 Los principales sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron: No es lícito ponerlas en el tesoro de las ofrendas, porque es precio de sangre.
19 Y habiendo tomado acuerdo, compraron con ellas el campo del alfarero, para sepultura de los extranjeros.
20 Por eso aquel campo se llama Campo de Sangre, hasta el día de hoy.
Y ellos, al llevarle, tomaron a un tal Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús.
22 Le seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres, las cuales lloraban y se lamentaban por Él.
23 Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos.
24 Porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, los vientres que no concibieron y los pechos que no criaron.
25 Entonces comenzarán a decir a las montañas: ¡Caed sobre nosotros! y a las colinas: ;¡Cubridnos!
26 Porque si con el árbol verde hacen estas cosas, ¿Qué se hará con el seco?
27 Llevaban también a otros dos, que eran malhechores, para ser ejecutados con Él.
Y Él salió llevando su cruz hacia el lugar que se llama de la Calavera, y en hebreo Gólgota.
29 Allí le crucificaron, y con Él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús estaba en medio.
30 Pilato escribió y puso sobre la cruz un letrero en el cual fue escrito: JESÚS DE NAZARET, REY DE LOS JUDÍOS.
31 Entonces muchos de los judíos leyeron este letrero, porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad, y el letrero estaba escrito en hebreo, en latín y en griego.
32 Los principales sacerdotes de los judíos le decían a Pilato: No escribas: Rey de los judíos, sino: Este dijo: Soy rey de los judíos.
33 Pilato respondió: Lo que he escrito, he escrito.
34 Cuando los soldados crucificaron a Jesús, tomaron los vestidos de él e hicieron cuatro partes, una para cada soldado. Además, tomaron la túnica, pero la túnica no tenía costura; era tejida entera de arriba abajo.
35 Por esto dijeron uno a otro: No la partamos; más bien echemos suertes sobre ella, para ver de quién será.
Los que pasaban le insultaban, meneando sus cabezas,
37 y diciendo: Tú que derribas el templo y en tres días lo edificas, ¡Sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y desciende de la cruz!
38 De igual manera, aun los principales sacerdotes junto con los escribas y los ancianos se burlaban de Él, y decían:
39 A otros salvó; a sí mismo no se puede salvar. ¿Es rey de Israel? ¡Que descienda ahora de la cruz, y creeremos en él!
40 Ha confiado en Dios. Que lo libre ahora si le quiere, porque dijo: Soy Hijo de Dios.
41 Uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba diciendo: ¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!
42 Respondiendo el otro, le reprendió diciendo: ¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condenación?
43 Nosotros, a la verdad, padecemos con razón, porque estamos recibiendo lo que merecieron nuestros hechos; pero éste no hizo ningún mal.
44 Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María esposa de Cleofas y María Magdalena.
46 Cuando Jesús vio a su madre y al discípulo a quien amaba, de pie junto a ella, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo.
47 Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.
Como a la hora novena Jesús exclamó a gran voz diciendo: ¡Elí, Elí! ¿Lama sabactani? que significa: Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado?
49 Cuando algunos de los que estaban allí le oyeron, decían: Este hombre llama a Elías.
50 Y de inmediato uno de ellos corrió, tomó una esponja, la llenó de vinagre, y poniéndola en una caña, le daba de beber.
51 Pero otros decían: Deja, veamos si viene Elías a salvarlo.
52 Pero Jesús clamó otra vez a gran voz y entregó el espíritu.
53 Estaban allí muchas mujeres mirando desde lejos. Ellas habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole.
54 Entre ellas se encontraban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.
55 Entonces los judíos, por cuanto era el día de la preparación, y para que los cuerpos no quedasen en la cruz en el sábado (pues era el Gran Sábado), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas y fuesen quitados.
56 Luego los soldados fueron y quebraron las piernas al primero, y después al otro que había sido crucificado con Él.
57 Pero cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas;
58 pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y salió al instante sangre y agua.
59 Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le permitiese quitar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo permitió. Por tanto, él fue y llevó su cuerpo.
60 También Nicodemo, que al principio había venido a Jesús de noche, fue llevando un compuesto de mirra y áloes, como cien libras.
61 Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con las especias, de acuerdo con la costumbre judía de sepultar.
62 En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto había un sepulcro nuevo, en el cual todavía no se había puesto a nadie.
63 Allí pusieron a Jesús,
64 y luego hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, y se fue.