Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, entonces Jesús envió a dos discípulos,
2 diciéndoles: Id a la aldea que está frente a vosotros, y en seguida hallaréis una asna atada, y un borriquillo con ella. Desatadla y traédmelos.
3 Si alguien os dice algo, decidle: El Señor los necesita, y luego los enviará.
4 Los discípulos fueron e hicieron como Jesús les mandó.
5 Trajeron el asna y el borriquillo y pusieron sobre ellos sus mantos, y él se sentó encima de ellos.
6 La mayor parte de la multitud tendió sus mantos en el camino, mientras otros cortaban ramas de los árboles y las tendían por el camino.
7 Cuando él entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió diciendo: ¿Quién es éste?
8 Entonces los fariseos dijeron entre sí: Ved que nada ganáis. ¡He aquí, el mundo se va tras él!
9 Habían ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta.
10 Ellos se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaban diciendo: Señor, quisiéramos ver a Jesús.
11 Felipe fue y se lo dijo a Andrés. Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús.
12 Y Jesús les respondió diciendo: Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado.
13 De cierto, de cierto os digo que a menos que el grano de trigo caiga en la tierra y muera, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.
14 Los dejó y salió fuera de la ciudad a Betania, y se alojó allí.
15 Al día siguiente, cuando salieron de Betania,
16 Jesús entró en el templo. Y comenzó a echar fuera a los que vendían y a los que compraban en el templo. Volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas,
17 y no consentía que nadie cruzase por el templo llevando utensilio alguno.
18 Y enseñaba diciendo: ¿No está escrito que mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? Pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
19 Lo oyeron los principales sacerdotes y los escribas, y buscaban cómo matarle; porque le tenían miedo, pues todo el pueblo estaba maravillado de su doctrina.
20 Y al llegar la noche, Jesús y los suyos salieron de la ciudad.
Volvieron a Jerusalén. Luego, mientras él andaba por el templo, vinieron a él los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos,
22 ¿Pero, qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: Hijo, vé hoy a trabajar en la viña.
23 El contestó y dijo: No quiero. Pero después, cambió de parecer y fue.
24 Al acercarse al otro, le dijo lo mismo; y él respondió diciendo: ¡Sí, señor, yo voy! y no fue.
25 ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Ellos dijeron: El primero. Y Jesús les dijo: De cierto os digo que los publicanos y las prostitutas entran delante de vosotros en el reino de Dios.
Oíd otra parábola:
27 Un hombre plantó una viña. La rodeó con una cerca, cavó un lagar, edificó una torre, la arrendó a unos labradores y se fue lejos.
28 A su debido tiempo envió un siervo a los labradores, para recibir de los labradores una parte del fruto de la viña.
29 Pero ellos lo tomaron, lo hirieron y le enviaron con las manos vacías.
30 Volvió a enviarles otro siervo, pero a ése le hirieron en la cabeza y le afrentaron.
31 Y envió otro, y a éste lo mataron. Envió a muchos otros, pero ellos herían a unos y mataban a otros.
32 Teniendo todavía un hijo suyo amado, por último, también lo envió a ellos diciendo: Tendrán respeto a mi hijo.
33 Pero aquellos labradores dijeron entre sí: Este es el heredero. Venid, matémosle, y la heredad será nuestra.
34 Y le prendieron, lo mataron y le echaron fuera de la viña.
35 ¿Qué, pues, hará el señor de la viña? Vendrá, destruirá a los labradores y dará la ;viña a otros.
36 Al oír sus parábolas, los principales sacerdotes y los fariseos entendieron que él hablaba de ellos.
37 Pero buscando cómo echarle mano, temieron al pueblo; porque le tenía por profeta.
Jesús respondió y les volvió a hablar en parábolas diciendo:
39 El reino de los cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas para ;su hijo.
40 Envió a sus siervos para llamar a los que habían sido invitados a las bodas, pero no querían venir.
41 Volvió a enviar otros siervos, diciendo: Decid a los invitados: He aquí, he preparado mi comida; mis toros y animales engordados han sido matados, y todo está preparado. Venid a las bodas.
42 Pero ellos no le hicieron caso y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio;
43 y los otros tomaron a sus siervos, los afrentaron y los mataron.
44 El rey se enojó, y enviando sus tropas mató a aquellos asesinos y prendió fuego a su ciudad.
45 Entonces dijo a sus siervos: El banquete, a la verdad, está preparado, pero los &invitados no eran dignos.
46 Id, pues, a las encrucijadas de los caminos y llamad al banquete de bodas a cuantos &halléis.
47 Aquellos siervos salieron por los caminos y reunieron a todos los que hallaron, tanto buenos como malos; y el banquete de bodas estuvo lleno de convidados.
Pero cuando entró el rey para ver a los convidados y vio allí a un hombre que no llevaba ropa de bodas,
49 le dijo: Amigo, ¿Cómo entraste aquí, sin llevar ropa de bodas? Pero él quedó mudo.
50 Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle los pies y las manos y echadle en las &tinieblas de afuera. Allí habrá llanto y crujir de dientes;
51 porque muchos son los llamados, pero pocos los escogidos.
Entonces se fueron los fariseos y consultaron cómo podrían enredarle en alguna palabra.
53 Después enviaron a él discípulos de ellos, junto con los herodianos, diciendo: Maestro, sabemos que eres hombre de verdad, que enseñas el camino de Dios con verdad y que no te cuidas de nadie; porque no miras la apariencia de los hombres.
54 Dinos, pues, ¿qué te parece? ¿Es lícito dar tributo al César, o no?
55 Pero Jesús, entendiendo la malicia de ellos, les dijo: ¿Por qué me probáis, hipócritas?
56 Mostradme la moneda del tributo. Ellos le presentaron un denario.
57 Entonces él les dijo: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción?
58 Le dijeron: Del César. Entonces él les dijo: Por tanto, dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.
59 Al oír esto, se maravillaron; y dejándole, se fueron.
Aquel día se le acercaron unos saduceos, quienes dicen que no hay resurrección, y le preguntaron diciendo:
61 Maestro, Moisés dijo: Si alguno muere sin tener hijos, su hermano se casará con su mujer y levantará descendencia a su hermano.
62 Había, pues, siete hermanos entre nosotros. El primero tomó mujer y murió, y como no tenía descendencia, dejó su mujer a su hermano.
63 De la misma manera sucedió también con el segundo y el tercero, hasta los siete.
64 Después de todos, murió también la mujer.
65 En la resurrección, puesto que todos la tuvieron, ¿de cuál de los siete será mujer?
66 Entonces respondió Jesús y les dijo: Erráis porque no conocéis las Escrituras, ni tampoco el poder de Dios;
67 porque en la resurrección no se casan ni se dan en casamiento, sino que son como los ángeles que están en el cielo.
68 Y acerca de la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios?
69 Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Dios no es Dios de muertos, sino de vivos.
70 Al oír esto, las multitudes estaban atónitas de su doctrina.
Se le acercó uno de los escribas al oírles discutir; y dándose cuenta de que Jesús había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos?
72 Jesús le respondió: El primero es: Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios, el Señoruno es.
73 Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.
74 El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos dos.
75 De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los profetas.
76 Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro. Has dicho la verdad: Dios es uno, y no hay otro aparte de él;
77 y amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios.