Aconteció que, cuando Jesús acabó estas palabras, partió de Galilea y fue a las fronteras de Judea, al otro lado del Jordán.
2 Grandes multitudes le siguieron, y los sanó allí.
3 Entonces los fariseos se acercaron a él para probarle, diciendo: ¿Le es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier razón?
4 El respondió y dijo: ¿No habéis leído que el que los creó en el principio, los hizo varón y mujer?
5 Y dijo: Por esta causa el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer; y serán los dos una sola carne.
6 Así que ya no son más dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, nolo separe el hombre.
7 Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés darle carta de divorcio y despedirla?
8 Les dijo: Ante vuestra dureza de corazón, Moisés os permitió divorciaros de vuestras mujeres; pero desde el principio no fue así.
9 Y os digo que cualquiera que se divorcia de su mujer, a no ser por causa de fornicación, y se casa con otra, comete adulterio.
Le dijeron sus discípulos: Si así es el caso del hombre con su mujer, no conviene casarse.
11 Entonces él les dijo: No todos son capaces de aceptar esta palabra, sino aquellos a quienes les está concedido.
12 Porque hay eunucos que nacieron así desde el vientre de la madre, hay eunucos que fueron hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que puede aceptar esto, que lo acepte.
Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos y orase. Pero los discípulos los reprendieron.
14 Entonces Jesús les dijo: Dejad a los niños y no les impidáis venir a mí, porque de los tales es el reino de los cielos.
15 Y habiendo puesto las manos sobre ellos, partió de allí.
He aquí vino uno a él y le dijo: Maestro, ¿qué cosa buena haré para tener la vida eterna?
17 El le dijo: ¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Hay uno solo que es bueno. Pero si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.
18 Le dijo: ¿Cuáles? Jesús respondió: No cometerás homicidio, no cometerás adulterio, no robarás, no dirás falso testimonio,
19 honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo.
20 El joven le dijo: Todo esto he guardado. ¿Qué más me falta?
21 Le dijo Jesús: Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes y dalo a los pobres; y tendrás tesoro en el cielo. Y ven, sígueme.
22 Pero cuando el joven oyó la palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que difícilmente entrará el rico en el reino de los cielos.
24 Otra vez os digo que le es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.
25 Cuando los discípulos lo oyeron, se asombraron en gran manera diciendo: Entonces, ¿quién podrá ser salvo?
26 Jesús los miró y les dijo: Para los hombres esto es imposible, pero para dios todo es posible.
Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, dueño de un campo, que salió al amanecer a contratar obreros para su viña.
28 Habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña.
29 Salió también como a la tercera hora y vio que otros estaban en la plaza desocupados,
30 y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron.
31 Salió otra vez como a la sexta hora y a la novena hora, e hizo lo mismo.
32 También alrededor de la undécima hora salió y halló que otros estaban allí, y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados?
33 Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. Les dijo: Id también vosotros a la viña.
34 Al llegar la noche, dijo el señor de la viña a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal. Comienza desde los últimos hasta los primeros.
35 Entonces vinieron los que habían ido cerca de la undécima hora y recibieron cada uno un denario.
36 Y cuando vinieron, los primeros pensaron que recibirían más; pero ellos también recibieron un denario cada uno.
37 Al recibirlo, murmuraban contra el dueño del campo,
38 diciendo: Estos últimos trabajaron una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado el peso y el calor del día.
39 Pero él respondió y dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No conviniste conmigo en un denario?
40 Toma lo que es tuyo y vete. Pero quiero darle a este último como a ti.
41 ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes envidia porque soy bueno?
42 Así, los últimos serán primeros, y los primeros últimos.
Habiendo entrado Jesús en Jericó, pasaba por la ciudad.
44 Y he aquí, un hombre llamado Zaqueo, que era un principal de los publicanos y era rico,
45 procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, porque era pequeño de estatura.
46 Entonces Corrió delante y subió a un árbol sicómoro para verle, pues había de pasar por allí.
47 Cuando Jesús llegó a aquel lugar, alzando la vista le vio y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende; porque hoy es necesario que me quede en tu casa.
48 Entonces él descendió aprisa y le recibió gozoso.
49 Al ver esto, todos murmuraban diciendo que había entrado a alojarse en la casa de un hombre pecador.
50 Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.
51 Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa, por cuanto él también es hijo de Abraham.
52 Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido.
Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén y porque ellos pensaban que inmediatamente habría de ser manifestado el reino de Dios.
54 Dijo, pues: Cierto hombre de noble estirpe partió a un país lejano para recibir un reino y volver.
55 Entonces llamó a diez siervos suyos y les dio diez minas, diciéndoles: Negociad hasta que yo venga.
56 Pero sus ciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros.
57 Aconteció que cuando él volvió después de haber tomado el reino, mandó llamar ante sí a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que habían negociado.
58 Vino el primero y dijo: Señor, tu mina ha producido diez minas.
59 Y él le dijo: Muy bien, buen siervo; puesto que en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades.
60 Vino el segundo y dijo: Señor, tu mina ha hecho cinco minas.
61 También a éste le dijo: Tú también estarás sobre cinco ciudades.
62 Y vino otro y dijo: Señor, he aquí tu mina, la cual he guardado en un pañuelo.
63 Porque tuve miedo de ti, que eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste y cosechas lo que no sembraste.
64 Entonces él le dijo: ¡Mal siervo, por tu boca te juzgo! Sabías que yo soy hombre severo, que tomo lo que no puse y cosecho lo que no sembré.
65 ¿Por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco, para que al venir yo lo cobrara junto con los intereses?
66 Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina y dadla al que tiene diez minas.
67 Ellos le dijeron: Señor, él ya tiene diez minas.
68 El respondió: Pues yo os digo que a todo el que tiene, le será dado; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
69 Pero, en cuanto a aquellos enemigos míos que no querían que yo reinara sobre ellos, traedlos acá y degolladlos en mi presencia.
70 Después de decir esto, iba delante subiendo a Jerusalén.