La cuidadosa observación y profundo conocimiento de las diferentes culturas acerca del mundo
animal, les permitió identificar determinados animales con cualidades específicas, que
podían simbolizar ciertas funciones y principios divinos de una manera particularmente pura
y evidente. De ese modo, determinados animales fueron seleccionados como símbolos de ese
peculiar aspecto de la divinidad.
Este modo efectivo de expresión resulta compatible con todas las culturas. Por ejemplo, en
Occidente se utilizan expresiones tales como: quieto como un ratón, astuto como una zorra,
sabio como un búho, etc.
La mayoría de las culturas vincularon a los animales con las fuerzas sobrenaturales que,
según creían, no solo controlaban el mundo natural, sino el destino de los humanos. Así, a
menudo las han venerado en tanto agentes y compañeras de diosas y dioses o se han convertido
en objeto de adoración como deidades por derecho propio.
En la mayoría de las mitologías aparecen seres reales y fabulosos convertidos en emblemas
sagrados de los dioses y, con frecuencia, encarnan determinadas cualidades atribuidas a la
divinidad. Por ejemplo, los antiguos griegos relacionaron el toro -símbolo de la fuerza
elemental imprevisible- con el dios del mar Poseidón, cuya manifestación más antigua fue la
de dios de las tormentas. El cisne, atributo de la diosa del amor Afrodita, se relacionó
con el antiguo tema del falo alado, ya que simbolizaba su papel de deidad que preside la
sexualidad humana y su insólito nacimiento a partir de los genitales cortados del dios Cronos,
que cayeron del cielo al mar.
Muchas divinidades cuentan con compañeros y parientes animales. Los zorros son los mensajeros
de Inari -dios japonés del arroz- y dos ejemplares se encuentran a la entrada de los
santuarios consagrados a la divinidad.
Según la mitología hindú, los tres primeros avatares o encarnaciones de Visnú fueron Kurma
la tortuga, Varaha el jabalí y Narasimha el hombre-león. Pero es probable que, el ejemplo
más conocido del hinduismo corresponda al dios-mono Hanuman, principal discípulo del dios
Rama. La generosa dedicación de Hanuman a Rama se considera el paradigma de la intimidad
existente entre la deidad y el devoto.
Otros animales relacionados con diversas deidades hindúes también poseen una gran importancia
simbólica. El ganso celestial Hamsa, montura del dios creador Brahma, encarna el espíritu
de la creación. Makara, monstruo híbrido que sirve de vehículo al dios Varuna, es el
espíritu de las aguas. Garuda, en parte águila y parcialmente humano, constituye la montura
de Visnú y es el destructor del mal sobre todo cuando se presenta con forma de serpiente.
Con frecuencia se cree que las divinidades poseen la capacidad de manifestarse con aspecto
animal. Por ejemplo, en la mitología irlandesa, diosas de la guerra como Badhbh y Morrigan
se cernían sobre los campos de batalla con forma de cuervo o de aguilucho (aves carroñeras
que muchas culturas consideran presagios o emblemas de muerte) y se posaban sobre los cuerpos
de los guerreros sacrificados.
Las civilizaciones precolombinas de América Central y del Sur representaron a los dioses
con la piel del jaguar como vestimenta sagrada y tanto los gobernantes mayas como los aztecas
veneraron al gato en tanto protector divino de la realeza. Tezcatlipoca (el señor del
espejo ahumado), dios supremo azteca y patrón de la realeza, tenía un alter ego con forma
de gran jaguar que habitaba en las cumbres de las montañas y en las entradas de las cuevas.
En la mitología griega, el dios Zeus se metamorfoseó en animal para llevar a cabo algunos
de sus raptos y seducciones más notables. Se trocó en toro con el fin de secuestrar a la
bella princesa Europa; sedujo a Leda, la reina de Esparta con forma de cisne y se convirtió
en águila para apoderarse del apuesto príncipe Ganímedes y trasladarlo al monte Olimpo.
El simbolismo animal de estos mitos no es casual: el toro encarna virilidad y el poder masculino,
el cisne es fálico y el águila representa la apoteosis y el poder del cielo (los
antiguos griegos decían que un águila portaba los rayos, principal arma de Zeus).
Muchas deidades egipcias adoptaron total o parcialmente forma animal y, en general, la naturaleza
del animal reflejaba la personalidad de la divinidad. Por ejemplo, en ocasiones
representaron a Nut -la diosa del cielo- como una cerda. De la misma manera que ocasionalmente
las cerdas devoran a sus crías, los antiguos egipcios decían que por la noche Nut se
comía el sol. Representaban a Anubis, dios de las momias que trasladaba las almas de los
difuntos hasta el mundo de los muertos, como un hombre con cabeza de chacal, carroñero que,
según creían, visitaba los cementerios.
Los héroes culturales y los timadores divinos de las tradiciones de los indios norteamericanos
son de naturaleza antropomórfica y pasan tranquilamente de la forma humana a la de
animal y viceversa. Así, el héroe timador Cuervo aparece como un cuervo con atributos
humanos como por ejemplo, la capacidad de hablar y como un hombre con presuntos atributos de
cuervo -como la codicia- y en los mitos a veces es difícil discernir a cuál se alude. Estas
deidades animales y humanas son muy veneradas como fundadoras de los clanes y en tanto
espíritus que presiden aspectos decisivos del ceremonial de los indios norteamericanos. Por
ejemplo, Coyote es la deidad protectora de la ceremonia de curación de los navajos llamada
Coyoteway, que se practica para tratar a los que sufren la "enfermedad del Coyote". Dicen
que la enfermedad aparece cuando una persona perturba la relación armoniosa que sostiene
con la divinidad, lo que puede ocurrir si mata un coyote. Durante la ceremonia, otro integrante
de la tribu adopta la forma y la identidad de Coyote y ayuda a restablecer el estado
de armonía, que es el modo de curar la enfermedad.
Los espíritus de los clanes norteamericanos forman parte de un fenómeno universal que recibe
el nombre de totemismo, en el cual un objeto natural como un animal o una planta se vincula
con un grupo de personas o un individuo y se convierte en emblema de dicho grupo o
individuo. La palabra "tótem" procede de la lengua de los algonquinos-ojibwas que habitan
la región de los Grandes Lagos de América del Norte. En 1791 fue incorporada al inglés,
para referirse concreta aunque erróneamente a un espíritu guardián. El vocablo original,
ototeman, significa "su pariente hermano-hermana". Según los ojibwas, el Gran Espíritu
repartió tótems entre los clanes corno recordatorio de que los miembros del grupo estaban
emparentados y no podían casarse entre sí.
Aunque el totemismo adopta formas distintas según las regiones, el tabú del incesto es un
tema compartido por casi todos. Con frecuencia se considera que los animales totémicos son
los progenitores del grupo, por lo que no deben comerse ni herirse y, según la cultura a
la que corresponda, el tótem se hereda por la rama familiar paterna o materna. En 1912, el
sociólogo Emile Durkheim afirmó que había descubierto los orígenes de la religión en el
totemismo a través de la sacralización de las emociones que configuran la base de las
interacciones sociales. Otros autores niegan la existencia del totemismo, salvo como sistema
más o menos arbitrario de división social.