EL  CÓNDOR  ENTRE  LOS  INCAS



- Introducción

Los incas creían que el cóndor era inmortal. Según cuenta el mito, cuando el animal siente que comienza a envejecer y que sus fuerzas se le acaban, se posa en el pico más alto y saliente de las montañas, repliega las alas, recoge las patas y se deja caer a pique contra el fondo de las quebradas, donde termina su reinado. Esta muerte es simbólica, ya que con este acto el cóndor vuelve al nido, a las montañas, desde donde renace hacia un nuevo ciclo, una nueva vida. El cóndor simbolizaba la fuerza, la inteligencia y el enaltecimiento o exaltación. Era un animal respetado por todos aquellos que vivían en los Andes, ya que no sólo traía buenos y malos presagios, sino que también era el responsable de que el sol saliera cada mañana, pues con su energía era capaz de tomar el astro y elevarlo sobre las montañas iniciando el ciclo vital.
Entre las leyendas de los incas, el cóndor juega un papel muy importante. Una de ellas relaciona a esta ave con un mal presagio (relatado mas abajo), pues relata que fue un cóndor el que vaticinó la llegada de los españoles y la amenaza que se cernía sobre el imperio inca a comienzos del siglo XVI.
Antes de los incas, otras culturas andinas ya le habían otorgado importancia a este animal. Por ejemplo, los Moches le asignaron un carácter sagrado a todos aquellos animales depredadores que se alimentan de otros animales y subsisten debido a la muerte de éstos, como el cóndor, haciendo relevante la función religiosa y política de la guerra y los guerreros.



- Prefacio

Hacia comienzos del siglo XVI, a 80 años de la conquista del Imperio Inka, y con los españoles establecidos en su antiguo centro, la ciudad del Cuzco, Inca Garcilaso de La Vega recogió en su crónica titulada Comentarios Reales de los Incas (1615,II, XIV) un mito que persiste hasta la actualidad. En éste, se habla sobre los malos presagios del cóndor, quien habría vaticinado la llegada de los españoles y la amenaza que se cernía sobre el imperio inca.



- El Presagio

Unos años antes que el primer navío español llegara a las costas del imperio, en el Cuzco habría sucedido un acontecimiento que atemorizó al Imperio y a la figura del inca que gobernaba en ese momento, Wayna Qhapaq. Durante la celebración de la fiesta que cada año se le hacía al Sol, un cóndor surcó el cielo perseguido por cernícalos y halcones, que lo acosaban sin dejarlo volar. El cóndor indefenso cayó en medio de la plaza principal del Cuzco frente al Aqllawasi o Casa de las Vírgenes del Sol, cubierto de caspa y desplumado y, si bien fue atendido durante varios días para que sanase, sus heridas le provocaron la muerte. Tal hecho fue interpretado como un augurio de que en el futuro la situación del imperio cambiaría, y el Tawantinsuyo sería destruido.

"Assimesmo es de saber que tres años antes que aquel navío fuesse a la costa del Perú, acaeció en el Cozco un portento y mal agüero que escandalizó mucho a Huaina Capac y atemorizó en estremo a todo su Imperio; y fue que, celebrándose la fiesta solene que cada año hazían a su Dios el Sol, vieron venir por el aire un águila real (cóndor) que ellos llaman anca, que la ivan persiguiendo cinco o seis cernícalos y otros tantos halconcillos, de los que, por ser tan lindos, han traído muchos a España, y en ella les llaman aletos y en Perú huaman. Los cuales trocándose ya los unos, ya los otros, caían sobre el águila (cóndor), que no la dexavan bolar, sino que la matavan a golpes. Ella, no pudiendo defenderse, se dexó caer en el medio de la plaça mayor de aquella cuidad, entre los Incas, para que la socorriessen. Ellos la tomaron y vieron que estava enferma, cubierta de caspa, como sarna, y casi pelada de las plumas menores. Diéronle de comer y procuraron regalarla, mas nada le aprovechó, que dentro de pocos días se murió, sin poder levantar del suelo. El Inca y los suyos lo tomaron por mal agüero en cuya interpretación dixieron muchas cosas los adivinos que para semejantes casos tenían elegidos; y todas eran amenazas de la pérdida de su Imperio..."



Fuente:(en parte), Inca Garcilaso de la Vega. Comentarios reales de los Incas. Año 1615. Tomo II. Capítulo XIV.







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