Las arañas, como los anfibios, lagartijas, lagartos y serpientes, han estado injustamente
asociadas a actividades como la brujería, los hechizos, los maleficios, etc. Estas prácticas
son tan comunes en la conducta humana que no resulta raro encontrar, en los más viejos
libros de medicina-brujería, recetas curativas o maléficas en las que figuran como ingredientes
alguna parte del cuerpo de un arácnido, o a éste completo incluyendo su telaraña.
Los antiguos mexicanos de lengua náhuatl las llamaban tócatl en singular, totocame en plural,
y a la telaraña le decían tocapeyotl.
También existe un pueblo: Xaltocan, que significa "lugar donde hay arañas que viven en la
arena".
Otras representaciones de arácnidos las podemos encontrar en el Códice Borgia, en el Códice
Fejérvári-Meyery y en el Códice Magliabecchiano. Una simbolización muy interesante aparece
en el cuauhxicalli de piedra volcánica negra (recipiente para corazones sacrificados), en
donde la araña está asociada a criaturas nocturnas como un tecolote y un murciélago.
Como vemos, las arañas estaban muy ligadas a la mitología de los antiguos mexicanos y un
ejemplo precioso es el expuesto por el gran mexicanista Eduard Seler: "el dios que viene
del cielo se ha dejado caer en una telaraña..."; sin duda alguna se refiere a la ehecatócatl,
o araña del viento, perteneciente a esa especie de arácnido que viaja valiéndose de
las mismas telarañas.
La Aracnología cultural, a diferencia de la académica y aplicada, se ocupa del estudio de
los arácnidos en las diversas manifestaciones artísticas, culturales y religiosas de la
especie humana. Con frecuencia constituye una suerte de prehistoria del auténtico conocimiento
científico.
El escorpión es un elemento simbólico muy común en la mayor parte de las creencias de las
civilizaciones antiguas. Dos aspectos esenciales justifican la intensidad de esta presencia.
En primer lugar, la peligrosidad para nuestra especie a consecuencia de la toxicidad
de su veneno y de los hábitos de caza de la mayor parte de las especies, lo que facilita la
producción de graves accidentes. En segundo lugar, las marcadas preferencias ecológicas de
la mayor parte de las especies por estepas y desiertos, convierten al animal en un símbolo
de lugares yermos e inhóspitos, poco favorables para el desarrollo de la vida humana. Ambos
aspectos han convertido al escorpión en una poderosa fuerza maligna, que con frecuencia ha
adoptado la forma de demonio o divinidad malvada directamente enfrentada con los intereses
de nuestra especie.
Sin embargo, junto a numerosos casos que apoyan esta interpretación, es posible encontrar
ritos y creencias en las que el escorpión es considerado un animal benéfico o aliado que
adopta formas protectoras frente a las calamidades naturales y, especialmente, ante las
plagas de insectos fitófagos, jugando un papel dual, mucho más rico y complejo que el actual.
Probablemente el artrópodo con presencia más intensa en el conjunto de creencias humanas
primitivas es la araña. A lo largo de cinco continentes y de un periodo que abarca 5000
años, la araña ha sido vinculada a importantes divinidades en las que residen a un tiempo
tanto poderes creadores como destructores. La araña ha sido símbolo de Vida (Creación, fertilidad
y sexo) por su capacidad para la construcción de telas orbiculares a partir de sí
misma, pero también de Muerte (Guerra y destrucción) por su capacidad predadora y la toxicidad
de su veneno. Esta ambivalencia basada en la interpretación de la actividad, biología
y capacidades generales de las arañas, puede rastrearse en antiguos mitos mediterráneos
(Mesopotamia, Egipto, Grecia), pero también en el continente africano, en las culturas mesoamericanas
(especialmente en la civilización Maya) y entre las tribus de nativos norteamericanos o en
las islas del Pacífico.
La araña además ha atribuido a sus divinidades portadoras, otros poderes o facultades como,
la astucia y habilidad para la caza o las actividades de hilado y confección textil.
Resulta sorprendente la extensión del mito pero, especialmente, en un símbolo de esta complejidad,
asombra la coincidencia de interpretaciones entre civilizaciones tan alejadas en
el tiempo y en el espacio.