VERS. 12-15: El primer ¡Ay##; es pasado: he aquí, vienen aún dos "ayes" después de estas cosas. Y el sexto ángel tocó la trompeta; y oí una voz de los cuatro cuernos del altar de oro que estaba delante de Dios, diciendo al sexto ángel que tenía la trompeta: Desata los cuatro ángeles que están atados en el gran río Eufrates. Y fueron desatados los cuatro ángeles que estaban aparejados para la hora y día y mes y año, para matar la tercera parte de los hombres.
La SEXTA trompeta.- "El primer ay iba a continuar desde el nacimiento del mahometismo hasta el fin de los cinco meses. Terminaría entonces y empezaría el segundo ay. Y cuando el sexto
ángel tocó la trompeta, le fue ordenado que quitase las restricciones que habían sido impuestas a la nación para que se limitase a atormentar a los hombres; y su comisión se extendió a matar la tercera parte de los hombres. Esta orden procedió de los cuatro cuernos del altar de oro".
Los cuatro ángeles.- Estos son los cuatro principales sultanatos que componían el Imperio
Otomano, situados en la región regada por el Eufrates. Estos sultanatos tenían su sede en
Alepo, Iconio, Damasco y Bagdad. Antes habían tenido restricciones; pero Dios dio una orden
y se vieron sueltos. Hacia fines de 1448, al acercarse el final del período de 150 años,
Juan Paleólogo murió sin dejar hijo que le sucediese en el trono del Imperio Oriental. Su
hermano Constantino, sucesor legítimo, no se atrevió a subir al trono sin el consentimiento
del sultán turco. Por lo tanto, fueron enviados embajadores a Andrinópolis, recibieron la
aprobación del sultán, y volvieron con presentes para el nuevo soberano. A principios de
1449, en tan ominosas circunstancias, fue coronado el último de los emperadores griegos.
Así relata el caso el historiador Gibbon en su obra monumental:
"A la muerte de Juan Paleólogo, ... la familia real, por la muerte de Andrónico, y la profesión
monástica de Isidoro, se vio reducida a tres príncipes: Constantino, Demetrio y
Tomás, hijos sobrevivientes del emperador Manuel. El primero y el último de éstos se hallaban
lejos en Morca. ... La emperatriz madre, el senado y los soldados el clero y el pueblo,
se mostraron unánimes en favor del sucesor legítimo; y el déspota Tomás, quien ignorando el
cambio, volvió accidentalmente a la capital, se puso a defender con celo apropiado los intereses
de su hermano ausente. Nos dice el historiador Franza que un embajador fue enviado
inmediatamente a la corte de Andrinópolis. Amurates le recibió con honores y lo despidió
con regalos; pero la misericordiosa aprobación del sultán turco anunció su supremacía, y la
caída inminente del Imperio Oriental. Las manos de los ilustres diputados colocaron en
Esparta la corona imperial sobre la cabeza de Constantino.7334;27
"Examínese cuidadosamente este hecho histórico en relación con la predicción ya dada. No
fue un asalto violento lanzado contra los griegos, que derribó su imperio o les quitó su
independencia, sino simplemente una entrega voluntaria de esa independencia en manos de los
turcos, al decir: No puedo reinar a menos que me lo permitáis".
Los cuatro ángeles fueron soltados para una hora, un día, un mes y un año, con autorización
de matar la tercera parte de los hombres. Este período durante el cual debía ejercerse la
supremacía otomana, suma 391 años y quince días. Se llega así a ese resultado: Un año profético
son 360 días, o 360 años literales; un mes profético son 30 días, o 30 años literales; un
día profético es un año literal; y una hora o 1/24 de día profético es 1/24 de año,
o sea medio mes literal, lo cual da un total de 391 años y 15 días.
"Pero aunque los cuatro ángeles fueron así soltados por la voluntaria sumisión de los griegos,
otra suerte infortunada aguardaba la sede del imperio. Amurates, el sultán al cual se
presentó la sumisión de Bracoses, y por cuyo permiso reinó en Constantinopla, no tardó en
morir y le sucedió en el imperio, en 1451, Mahoma II, quien pronto codició a Constantinopla
y resolvió hacerla su presa".
"Por consiguiente hizo preparativos para sitiar la ciudad y tomarla. El sitio empezó el 6
de abril de 1453, y terminó con la toma de la ciudad y la muerte del último de los Constantinos,
el 16 de mayo siguiente. Y la ciudad oriental de los Césares pasó a ser sede del
Imperio Otomano".
Las armas y los métodos de guerrear que se usaron en el sitio que hizo caer a Constantinopla
y la redujo a sujeción habían sido notados distintamente, como veremos, por el profeta.
VERS. 16: Y el número del ejército de los de a caballo era doscientos millones. Y oí el número de ellos.
" ¡Innumerables hordas de caballos y sus jinetes! Gibbon describe como sigue la primera
invasión de los territorios romanos por los turcos: ‘Las miríadas de los turcos cubrían una
frontera de mil kilómetros, desde el Tauro hasta Erzerum y la sangre de 130.000 cristianos
fue el sacrificio grato al profeta árabe’. El lector debe juzgar si el número está destinado
a impartir la idea de una cifra exacta. Algunos suponen que lo que se quiere decir es
dos veces 200.000 y luego, siguiendo a algunos historiadores, encuentran que tal era el número
de los guerreros turcos que participaron en el sitio de Constantinopla. Algunos piensan
que 2oo.ooo.ooo es el número de todos los guerreros turcos que hubo durante los 391
años y quince días de su triunfo sobre los griegos". Nada se puede afirmar sobre el punto,
ni es esencial tampoco.
VERS. 17: Y asó vi los caballos en visión, y los que sobre ellos estaban sentados, los cuales
tenían corazas de fuego, de jacinto, y de azufre. Y las cabezas de los caballos eran
como cabezas de leones; y de la boca de ellos salía fuego y humo y azufre.
La primera parte de la descripción puede referirse al aspecto de esos jinetes. En cuanto a
su color, el fuego es rojo, pues se dice comúnmente "rojo como el fuego" el jacinto es azul
y el azufre amarillo. Tales eran los colores que predominaban en la indumentaria de esos
guerreros: de manera que la descripción correspondería exactamente al uniforme de los turcos,
que se compone mayormente de rojo, o escarlata, azul y amarillo. Las cabeza de los
caballos tenían apariencia de cabezas de leones, para denotar su fuerza, su valor y su ferocidad;
mientras que la última parte del versículo se refiere indudablemente al uso de la
pólvora y las armas de fuego para los fines bélicos, pues dicho uso acababa de iniciarse.
Mientras los turcos descargaban sus armas de fuego desde el lomo de sus caballos, ello daba
a quien los miraba de lejos, la impresión de que salía fuego, humo y azufre de la boca de
los caballos.
Los comentadores concuerdan en que la profecía relativa al fuego, el humo y el azufre se
aplica al empleo de la pólvora por los turcos en su guerra contra el Imperio Oriental. Pero
aluden generalmente tan sólo a los grandes cañones empleados por aquella potencia; mientras
que la profecía menciona especialmente los "caballos" y el fuego que "salía de la boca de
ellos", como si se usaran armas más pequeñas, y eso desde arriba del caballo. Barnes piensa
que tal era el caso; y una declaración de Gibbon confirma la opinión. Dice él: "Las incesantes
andanadas de lanzas y saetas iban acompa"adas del humo, el ruido y el fuego de sus
mosquetes y cañones".32 Tenemos aquí una buena evidencia de que los turcos usaban mosquetes
y en segundo lugar es indisputable que en su método general de guerrear peleaban principalmente
a caballo. Halla entonces apoyo la inferencia de que usaban armas de fuego a caballo
y cumplían con exactitud la profecía según la ilustración ya aludida.
Acerca del uso de las armas de fuego por los turcos en su campaña contra Constantinopla,
Elliott tiene esto que decir:
"Al ‘fuego, humo y azufre’ a la artillería y las armas de fuego de Mahoma, se debió la matanza
del tercio de los hombres, es decir, la toma de Constantinopla, y por consecuencia la
destrucción del Imperio Griego. Más de 1.100 años habían transcurrido desde su fundación
por Constantino. Durante ese lapso, los godos, los hunos, los ávares, los persas, los búlgaros,
los sarracenos, los rusos y aun los mismos turcos otomanos habían lanzado contra
ella sus asaltos hostiles o la habían sitiado. Pero las fortificaciones les resultaron
inexpugnables. Constantinopla sobrevivió, y con ella el Imperio Griego. De ahí la ansiedad
que sentía el sultán Mahoma por hallar algo que eliminara el obstáculo. Preguntó al fundidor
de cañones que desertó y se pasó a su lado: ‘ ¿Puedes fundirme un cañón de tamaño suficiente
para derribar la muralla de Constantinopla? ’. Entonces se estableció la fundición de
Andrinópolis, se fundió el cañón, se preparó la artillería, y el sitio empezó".
Merece observarse cómo Gibbon, siempre comentador inconsciente de la profecía apocalíptica,
coloca en primer plano de su cuadro este nuevo instrumento de guerra, en su elocuente y
vivida narración de la catástrofe final del Imperio Griego. En su preparación para ello, da
la historia de la reciente invención de la pólvora, ‘aquella mezcla de salitre, azufre y
carbón de leña’; habla, como ya se ha dicho, de la fundición de cañones en Andrinópolis;
luego, en el progreso del sitio, describe cómo ‘las andanadas de lanzas y saetas iban acompañadas
del humo, el ruido y el fuego de los mosquetes y los cañones’ cómo ‘la larga hilera
de la artillería turca apuntaba contra las murallas, y tronaban catorce baterías a la vez
contra los lugares más accesibles’ cómo ‘las fortificaciones que habían resistido durante
siglos a la violencia hostil fueron desmanteladas por todos lados por los cañones otomanos,
se abrieron muchas brechas, y cerca de la puerta de San Román, cuatro torres fueron niveladas
a ras del suelo’ cómo ‘desde las líneas, las galeras y el puente, la artillería otomana
tronaba de todos lados, y tanto el campo como la ciudad, los griegos como los turcos, se
veían envueltos en una nube de humo, que sólo podía ser disipada por la liberación final o
la destrucción del Imperio Romano’ y cómo finalmente al precipitarse los sitiadores por las
brechas, ‘Constantinopla quedó irremisiblemente subyugada, su imperio subvertido y su religión
pisoteada en el polvo por los conquistadores musulmanes&@8217;. Digo que merece observarse
cuan señalada y vividamente Gibbon atribuye la toma de la ciudad y así la destrucción del
imperio, a la artillería otomana. Porque ¿qué hace él si no un comentario de las palabras
de la profecía? ‘De estas tres plagas fue muerta la tercera parte de los hombres: del fuego
y del humo, y del azufre, que salían de la boca de ellos".
VERS. 18, 19: De estas tres plagas fue muerta la tercera parte de los hombres: del fuego, y
del humo, y del azufre, que salían de la boca de ellos. Porque su poder está en su boca y
en sus colas: porque sus colas eran semejantes a serpientes, y tenían cabezas, y con ellas
dañan.
Este versículo expresa el efecto mortífero del nuevo método de guerrear. Mediante esos tres
agentes: la pólvora, las armas de fuego portátiles y los cañones, fue vencida finalmente
Constantinopla y entregada en manos de los turcos.
Además del fuego, el humo y el azufre que parecían salir de sus bocas, se dice que su poder
estaba también en sus colas. El significado de la expresión parece ser que las colas de los
caballos eran el símbolo o emblema de su autoridad. Es un hecho notable que la cola de caballo
es un bien conocido estandarte turco símbolo de un cargo y autoridad. La imagen que
vio Juan parece haber consistido en caballos que lanzaban fuego y humo y, lo que era igualmente
extraño vio que su poder de esparcir desolación estribaba en la cola de los caballos.
Cualquiera que mirase un cuerpo de caballería con tales estandartes o enseñas se sorprendería
de esta apariencia insólita o notable, y hablaría de sus banderas como de lo que concentraba
y dirigía su poder.
Esta supremacía de los mahometanos sobre los griegos iba a continuar, como ya se ha indicado,
391 años y quince días. "Comenzando en el momento en que terminaron los 150 años, en
1449, el período había de terminar el 11 de agosto de 1840. A juzgar por la manera en que
comenzó la supremacía otomana, a saber por un reconocimiento voluntario de parte del emperador
griego de que sólo reinaba por permiso del sultán turco, habríamos de concluir naturalmente
que la caída o desaparición de la independencia turca se habría de producir de la
misma manera; y que al fin del período especificado (es decir, el 11 de agosto de 1840) el
sultán habría de entregar voluntariamente su independencia en las manos de las potencias
cristianas" exactamente como, 391 años y quince días antes, la había recibido de manos del
emperador cristiano Constantino XIII.
Esta fue la aplicación que dio a la profecía Josías Litch y la conclusión a la cual llegó
en 1838, dos años antes que ocurriera el suceso que esperaba. Predijo en dicho año que la
potencia turca caería "en algún momento del mes de agosto de 1840", pero pocos días antes
del cumplimiento de la profecía concluyó más definidamente que el período concedido a los
turcos acabaría el 11 de agosto de 1840. Era un cálculo puramente basado en los períodos
proféticos de la Escritura. Es propio preguntarse si los sucesos se verificaron de acuerdo
con los cálculos. El asunto se resume como sigue:
¿Cuándo terminó la independencia mahometana en Constantinopla? -Desde varios años antes de
1840, había estado el sultán envuelto en una disputa con Mehemet Alí, bajá de Egipto. "En
1838 habría habido guerra entre el sultán y su vasallo egipcio, si no hubiese refrenado a
éste la influencia de los embajadores extranjeros. En 1839 comenzaron de nuevo las hostilidades
y siguieron hasta que en una batalla general entre los ejércitos del sultán y Mehemet, el
ejército del sultán fue completamente destrozado y su flota capturada por Mehemet y
llevada a Egipto. Tan completamente quedó reducida la flota del sultán que cuando comenzaron
las hostilidades en agosto, sólo tenía dos barcos de primera línea y tres fragatas como
tristes restos de lo que había sido una vez la poderosa flota turca. Mehemet se negaba
positivamente a devolver dicha flota al sultán, y declaró que si las potencias procuraban
quitársela, la quemaría. Así estaban las cosas cuando, en 1840, Inglaterra, Rusia, Austria
y Prusia intervinieron y resolvieron arreglar la dificultad; porque era evidente que si se
lo dejaba hacer, Mehemet no tardaría en ser dueño del trono del sultán".
El sultán aceptó esta intervención de las grandes potencias, y así entregó voluntariamente
la cuestión a sus manos. Se celebró una conferencia de las potencias en Londres, con la
asistencia del jeque Effendi Bey Likgis como plenipotenciario turco. Se preparó, para presentarlo
al bajá de Egipto, un acuerdo por el cual el sultán le ofrecería el gobierno hereditario de
Egipto, y toda la parte de Siria que se extiende desde el golfo de Suez hasta el
lago de Tiberíades, juntamente con la provincia de Acre, por toda su vida. Por su parte, él
habría de evacuar todas las regiones de los dominios del sultán que ocupaba entonces, y
devolver la flota otomana. En caso de negarse a aceptar el ofrecimiento del sultán, las
cuatro potencias tomarían el asunto entre sus manos, y usarían los medios que juzgaran
convenientes para imponerle condiciones.
Es obvio que tan pronto como este ultimátum fuese entregado a Mehemet Alí, bajá de Egipto,
el asunto escaparía para siempre del control del sultán, y la disposición de sus asuntos
estaría desde entonces en las manos de las potencias extranjeras. El sultán envió a Rifat
Bey a Alejandría en un vapor del gobierno, para que comunicase el ultimátum a Mehemet Alí.
Dicho ultimátum le fue entregado el día ‘n’ de agosto de 1840. El mismo día en Constantinopla,
el sultán dirigió una nota a los embajadores de las cuatro potencias para preguntarles
qué plan debía adoptarse en caso de que el bajá se negase a cumplir las condiciones del
ultimátum, a lo cual contestaron ellos que habían sido tomadas las medidas necesarias, y
que no tenía necesidad de alarmarse acerca de cualquier contingencia que pudiera presentarse.
Las siguientes citas comprueban los hechos:
"Por el vapor francés del 24, hemos recibido noticias de Egipto fechadas el 16. No revelan
alteración en la resolución del bajá. Confiado en el valor de su ejército árabe y en la
fuerza de las fortificaciones que defienden su capital, parece resuelto a atenerse a la
última alternativa; y como es ahora inevitable que se recurra a ella puede considerarse
como perdida toda esperanza de que el asunto se arregle sin derramamiento de sangre. Inmediatamente
después de la llegada del vapor ‘Cyclops’ con las noticias de la convención de
las cuatro potencias, se dice que Mehemet abandonó Alejandría e hizo una corta gira por el
Bajo Egipto. El objeto de su ausencia en tal momento era en parte evitar las conferencias
con los cónsules europeos, pero principalmente procurar despertar con su presencia el fanatismo
de las tribus beduínas y facilitar el reclutamiento de nuevas fuerzas. Durante el
intervalo de su ausencia, el vapor del gobierno turco, que había llegado a Alejandría el
día 'n', con el enviado Rifa Bey a bordo, estuvo, por sus órdenes, en cuarentena, y no fue
liberado de ella hasta el 16. Sin embargo, antes de la salida del barco, y en el mismo día
en que se le dio práctica, el ya nombrado funcionario tuvo una audiencia con el bajá y le
comunicó la orden del sultán con respecto a la evacuación de las provincias sirias, y se
fijó otra audiencia para el día siguiente cuando en presencia de los cónsules de las potencias
europeas, recibiría de él su respuesta definitiva, y le informaría de cuál era la alternativa
si rehusaba obedecer, dándole los diez días que le concedía la convención para
decidir la conducta que considerara propio seguir".
El corresponsal del Moming Chronicle, de Londres, en una comunicación fechada "Constantinopla,
el 12 de agosto de 1840" dice: "Poco puedo añadir a mi última carta con respecto a los
planes de las cuatro potencias; y creo que los detalles que les di entonces componen todo
lo que se ha decidido hasta aquí. La porción del bajá, como lo expuse entonces, no se ha de
extender más allá de la línea de Acre, y no incluye Arabia ni Candía. El Egipto solo ha de
ser hereditario en su familia, y la provincia de Acre se ha de considerar como un bajalato
que será gobernado por su hijo mientras viva, pero dependerá después de la voluntad de la
Puerta; y aun esto último se le concederá con tal que acepte estas condiciones y entregue
la flota otomana dentro de un plazo de diez días. En caso de que no lo haga, este bajalato
será suprimido. Se le ofrecerá entonces solamente el Egipto, con otros diez días para deliberar
antes de emplear la fuerza contra él. Sin embargo, la manera en que se emplearía la
fuerza, si se negara a cumplir las condiciones, si se bloquearía simplemente la costa, o si
se bombardearía su capital y se atacarían sus ejércitos en las provincias sirias, es lo que
queda por saberse; ni tampoco ilumina en lo mínimo este punto una nota entregada ayer por
los cuatro embajadores, en respuesta a una pregunta que les hizo la Puerta acerca del plan
que se adoptaría en tal caso. Declara simplemente que se han tomado las medidas necesarias,
y que el Diván no necesita alarmarse acerca de cualesquiera contingencias que pudieran
presentarse después"38
Analicemos las citas que anteceden:
Primero.- El ultimátum llegó a Alejandría el 11 de agosto de 1840.
Segundo.- La carta del corresponsal del Moming Chronicle, de Londres, lleva la fecha del 12
de agosto de 1840.
Tercero.- El corresponsal declara que la pregunta de la Sublime Puerta fue presentada a los
representantes de las cuatro grandes potencias, y la respuesta se recibió "ayer" , así que,
en su propia capital, "ayer" la Sublime Puerta se dirigió a los embajadores de las cuatro
potencias cristianas de Europa para saber qué medidas se habían tomado con referencia a una
circunstancia que afectaba vitalmente su imperio; y se le dijo que se habían "tomado las
medidas necesarias" pero no pudo saber cuáles eran; aunque se le comunicó que no necesitaba
alarmarse "acerca de cualesquiera contingencias que pudieran presentarse". Desde aquel día,
"ayer#4;, que era el #8216;n’ de agosto de 1840, las cuatro potencias cristianas de Europa, y no
la Sublime Puerta, iban a manejar las tales contingencias.
El 11 de agosto de 1840 terminó el plazo de 391 años y quince días concedido para la duración
del poder otomano: y ¿qué sucede con la independencia del sultán? DESAPARECE. ¿A qué
manos pasa la supremacía del Imperio Otomano? A las de las cuatro grandes potencias; y ese
imperio ha continuado existiendo desde entonces tan sólo por tolerancia de esas potencias
cristianas. Así se cumplió la profecía al pie de la letra.
Desde que se publicó por primera vez el cólculo relativo a este asunto en 1838, como se ha
referido ya, miles de personas observaron con interés el momento fijado para el cumplimiento
de la profecía. Cuando ésta se cumplió con exactitud en el acontecimiento mencionado y
se demostró correcta la aplicación que se había dado a la profecía, ello dio gran ímpetu al
gran movimiento adventista que comenzaba a atraer la atención del mundo.
VERS. 20, 21: Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, aun no se
arrepintieron de las obras de sus manos, para que no adorasen a los demonios, y a las imágenes
de oro, y de plata, y de metal, y de piedra, y de madera; las cuales no pueden ver, ni oír,
ni andar: y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación,
ni de sus hurtos.
Dios quiere que los hombres tomen nota de sus juicios y aprendan las lecciones que con
ellos quiere enseñarles. Pero ¡cuan tardíos son en aprender, y cuan ciegos a las indicaciones
de la Providencia! Los sucesos que ocurrieron mientras tocaba la sexta trompeta constituyeron
el segundo ‘ay’, y sin embargo esos castigos no indujeron a los hombres a mejorar
su conducta y moralidad. Los que escaparon no aprendieron nada de su manifestación en la
tierra.
Las hordas de sarracenos y turcos fueron soltadas sobre la cristiandad apóstata como azote
y castigo. Los hombres sufrieron el castigo, pero no aprendieron lección alguna de él.